CINCUENTA Y OCHO

Desde hace algunos días, está extremadamente inquieto; en efecto, después de un prolongado período de vida solitaria, se ha dado cuenta de que la casa en la que vive está habitada por otros seres. En las tres habitaciones de su apartamento ligeramente maniático han fijado su residencia tres fantasmas, dos hadas, un espíritu, un demonio; y un enorme ángel tan grande como una habitación; tiene también la impresión de que hay otros seres, cuyo nombre ignora: minúsculos y esféricos. Naturalmente, la súbita aglomeración le trastorna; no entiende por qué todos estos seres han elegido su casa; y tampoco entiende qué función desempeñan en ella. Pero nada le turba tanto como el hecho de que estos seres se nieguen a dejarse ver, a hablarle, a relacionarse de alguna manera, aunque sólo sea por señas, con él. Sabe que no puede seguir viviendo en una casa infestada de ese modo, pero si al menos pudiera hablar con esas imágenes, la misteriosa ocupación tendría un sentido, y tal vez conferiría incluso un sentido a su vida. Desde un punto de vista meramente práctico, no puede aportar ninguna prueba de la existencia en su casa de esos seres, y sin embargo su presencia no sólo es evidente e inquietante, sino obvia. Ha intentado inducirles a revelarse. Se ha dirigido sucesivamente a los tres fantasmas, y les ha sugerido que hagan algún ruido para asustar a la vecindad; ya que nada ha alterado el silencio, se ha dirigido al demonio, que es notoriamente propenso, por motivos profesionales, al coloquio. Ha aludido a la posibilidad de un acuerdo comercial, y ha hablado con deliberada ligereza de su alma, confiando en seducir al demonio, o irritar al ángel. Al no obtener respuesta, ha repartido flores por las habitaciones para llamar la atención de las hadas; y recurrido a métodos de comprobada eficacia para evocar al espíritu. En realidad, su casa está ocupada por seres que no quieren tener ningún trato con él. Sólo las pequeñas esferas le rinden alguna cortesía, y de vez en cuando advierte algunos rápidos zumbidos en los oídos. Lo que no sabe es que los tres fantasmas, las dos hadas y el espíritu aguardan al siguiente inquilino, que llegará después de su inminente fallecimiento; ángel y demonio están allí para ocuparse de las prácticas burocráticas. En una lejana provincia, el futuro inquilino está preparando febrilmente las maletas para abandonar de manera definitiva una casa infestada por los espíritus.