Entre el final del domingo y la madrugada del lunes, comienza a preparar la semana, tramando un sutil y arduo cálculo de encuentros. En general, dedica el lunes, día obtuso, a una de sus cinco amigas fáciles: llama fáciles a las amigas que no plantean problemas afectivos, sexuales, intelectuales; que, de un día a otro, podría decidir dejar de ver, aquéllas con las cuales jamás ha tenido ni la más inocua debilidad. Las amigas fáciles son cinco: dos padecen crisis depresivas, una es una angustiada, la cuarta absolutamente tonta, pero dispuesta a reírle las gracias, la quinta relativamente equilibrada pero demasiado culta. Las depresivas, cuando no están deprimidas, son: una amable y delicada como un sucedáneo de madre, la segunda bruscamente comunicativa y sincera, algo amanerada; excelente la angustiada, cuando ha salido de la angustia, prudente, ligera, inexistente, sumisa. Supongamos que elija la angustiada y la encuentre disponible. No puede excluir una tardía crisis de angustia, y para el día siguiente fijará dos citas —con un amigo extravagante y generoso, y con una mujer apacible y un poco trivial, que desconoce las crisis—. Decidirá después. El miércoles le gustaría ver una mujer a la que desea, aunque no ama, pero no se atreve a hablarle antes de haber comprometido el jueves con una mujer extremadamente consoladora, tal vez enamorada, a la que podrá confiar las inevitables angustias de la cita anterior, cualquiera que haya sido su resultado. El viernes es masculino: tiene tres amigos, ninguno de ellos calificado, uno algo demasiado inteligente para él, otro desgraciado y por tanto propenso a la gratitud, un tercero aburrido porque está enamorado, precisamente no correspondido. El sábado deberá juntarse a un grupo amplio, que en general le acoge sin hacerle caso, pero sin animadversión. Es el día anónimo y a él le basta con que no le obliguen a bailar. Así que elige grupos de mediana edad. Raras veces bebe en exceso; no hace nuevas amistades; no regresa tarde. Le espera el domingo, el terrible día del Señor, ojalá no hubiese muerto, de la familia, del sexo. En vistas a la jornada vacía ha estudiado el itinerario de la semana; con el único y cuidadoso objetivo de demorar la revelación y el suicidio, como lleva haciendo, pacientemente, desde el día de su nacimiento.