El señor vestido con un traje azul un poco ajado, que cruza en este momento la calle mal iluminada, se tambalea un poco, en realidad está totalmente borracho, y no tiene más intención que la de llegar a casa. No es extraño que esté borracho, si bien en general soporta decorosamente el vino; lo extraño es el tipo de borrachera que padece. En general se vuelve pendenciero, obstinado, mentiroso, y susceptible; insulta a apacibles señoras, y mira a los guardias urbanos con cierta insolencia tímida. Golpea a los caballos y hace insinuaciones a los perros. En general, en esos momentos está convencido de vivir en una sociedad ínfima, que merece ser despreciada y burlada. Esta noche, gracias a la ley iniciática que no pocas veces guía una serie de borracheras, ha llegado a verse a sí mismo como parte de aquel mundo digno de desprecio. Es responsable, y en su mente caóticamente iluminada se enfrentan el pecado original, la lucha de clases y el Tíbet. ¿Está a tiempo de vivir una nueva vida? ¿Qué ejemplo da a los hijos, regresando a casa borracho de aquel modo? ¿Y merece su pobre mujer un marido tan averiado? «Averiado» le gusta, y le parece una buena definición; encaja con un hombre próximo a redimirse. Por ejemplo: caminará por la noche hasta que la fase más repugnante de la borrachera haya pasado, luego irá a hablar con la mujer a la que aprecia y quiere; no es de esos hombres que aborrecen a sus mujeres sólo porque las ven todos los días. En ese momento el ruido de un tranvía que le adelanta le aviva algún recuerdo. ¿Qué? Se concentra. Dios mío, ¿no ha matado precisamente aquella tarde a su mujer, golpeándole el cráneo con una barra de hierro? Los gritos. El señor hace un gesto de horror, se tapa los oídos con las manos. Ríe. Es muy astuto. No volverá a casa. O se entregará a la policía o se hará fraile. El aire nocturno le envuelve de repente. Recuerda que no tiene ninguna mujer. ¿De qué sirve tener buenas intenciones si no se tiene una mujer? ¿Y qué hacer para matar a una mujer semejante? Lo más inmóvil que puede, intenta entender cómo es que no tiene mujer. Todos la tienen. ¿Qué es él, un perro? ¿Por qué su mujer ha conseguido no casarse? ¿O tal vez es él quien no se ha casado con ella? El día antes de la boda se ha escapado con un sacerdote herético Pero ¿acaso no es él ese sacerdote? ¿Qué mujer se ha escapado con él? ¿O con otro? ¿Quién se ha escapado? «Qué puta», exclama y busca la llave en el bolsillo, lagrimeando, con una mueca de desprecio.