QUINCE

Un señor pundonoroso se ha enterado de que otro señor, que él considera un amigo, ha sido objeto de comentarios despreciativos por parte de un tercer señor, que el primer señor no conoce, durante una conversación que dicho tercer señor ha tenido con un cuarto señor, conocido bastante íntimo del primer señor; a decir verdad, la fuente de la información ha sido un quinto señor, que ha aludido al hecho de manera totalmente accidental, hablando con el cuarto señor en presencia del primero; obsérvese también que tanto el cuarto como el quinto señor ignoran que entre el primer señor y el segundo exista cualquier tipo de amistad; el quinto señor ignora incluso si el cuarto conoce personalmente al segundo, y a fin de cuentas no interesa. Le interesa el chisme en sí.

El primer señor está turbado; es testigo de una situación humana desordenada, y considera que sería adecuado a su concepto del pundonor intentar remediarlo. Podría dirigirse al segundo señor, un querido amigo suyo, y asegurarle su afectuosa consideración; pero no está seguro de que esté informado del chisme, e ignora qué tipo de relaciones existen entre el segundo y el tercer señor, que obviamente se conocen. Podría desafiar al tercer señor, y obligarle a una explicación inequívoca de su comportamiento. Pero no se le oculta cuán difícil resulta cualquier explicación inequívoca. Se dirigirá, pues, al cuarto señor, y le hablará extensamente, de manera indirecta pero persuasiva, del segundo señor. Y, con cuidado, intentará presentar la figura del quinto señor como extraña. En aquel momento recuerda que precisamente el quinto señor es la fuente de la información que le turba. Por otra parte, resultaría inútil dirigirse al quinto señor, ya que éste no parece conocer al segundo señor, ni manifiesta interés hacia él, sino únicamente por el chisme en sí, que sólo es desmentible con referencias personales, que el quinto señor no podría entender. El primer señor está muy preocupado. En aquel momento llaman a la puerta: es el segundo señor, que viene a contarle que el cuarto señor se ha burlado del primer señor, del cual se dice amigo, durante una conversación con el tercero, que no conoce al primero. Mientras habla, el segundo señor no consigue ocultar una íntima alegría, una apagada risa. El primer señor se siente horrorizado; luego le estrecha la mano y percibe un profundo y liberador consuelo.