OCHO

El señor vestido de claro descubre repentinamente la ausencia. Lleva muchos años viviendo en aquella casa, pero sólo ahora, cuando verosímilmente su estancia llega a su término, se apercibe que en una habitación semivacía hay una zona de ausencia. Al fin y al cabo, la habitación semivacía es una habitación como las demás; y, de no ser por la ausencia, nadie se fijaría en ella. Es obvio que la ausencia no tiene nada que ver con el vacío. Una habitación totalmente vacía puede estar carente de ausencia, y ni siquiera moviendo rápidamente un mueble se crea una real y auténtica ausencia. No se crea nada. Ahora el señor, que ya no es joven, que ha vivido muchos años en esa casa, que ha cruzado innumerables veces esa habitación, ha descubierto que en aquel rincón no existe un vacío, sino una ausencia. Sabe también que la ha recorrido en numerosas ocasiones, y que él mismo, sin saber cómo, está implicado en esa ausencia. Examina esa ausencia, y naturalmente no entiende gran cosa. Sin embargo, algo de su vida en aquella casa se le antoja menos claro. Es notorio que las ausencias no se mudan con facilidad; y cabe pensar que la necesidad de tener cerca esa ausencia le haya inducido a prolongar de año en año una estancia en una casa que no le gusta, entre muebles que le son ajenos. Todo le es ajeno en aquella casa, a excepción de la ausencia. La ausencia es tan importante, que podría renunciar a todo lo que hace tolerable su vida —aunque no sea tolerable— con tal de no ausentarse de la ausencia. Se siente tentado, naturalmente, a plantearse muchas y contradictorias preguntas sobre esa ausencia. Un hombre siempre tiene en los labios un «¿Qué es?». Pero el hombre no ha envejecido inútilmente. Elimina metódicamente de sí mismo cualquier deseo de interrogar, de saber, de indagar. Tinieblas o luces le resultan tan indiferentes como el amor o el abandono. Sabe que la ausencia es indiferente, y, sin embargo, sabe asimismo que dicha indiferencia es tan importante que sin ella estaría totalmente desesperado. Esto es lo único que le sorprende: haber tardado tanto tiempo en descubrir, cuando ya resulta irremediable, que nunca ha estado abandonado, como él creía, sino que siempre ha cohabitado con una indiferencia que, ahora, estima la explicación de su supervivencia.