TRES

Un señor extremadamente meticuloso ha fijado para la tarde de mañana tres citas: la primera con la mujer que ama, la segunda con una mujer a la que podría amar, la tercera con un amigo, al que, en pocas palabras, debe la vida y tal vez la razón. En realidad, ninguna de estas personas formaría parte de su vida, si no formaran parte también las demás; de modo que la cita vespertina tiene unos fundamentos tan fatales como psicológicos. Y, sin embargo, las tres personas, recíprocamente necesarias, son recíprocamente incompatibles. Ninguna de las dos mujeres siente simpatía por el amigo, ya que ninguna de ellas ha salvado la vida y la razón del señor; al contrario, su comportamiento intolerante y caprichoso ha exigido la intervención de un amigo prudente y displicentemente sutil. El amigo considera al señor como su obra maestra, y le preferiría menos accesible, la mujer amada desconfía de la mujer que el señor podría amar, no tanto por el amor que, se supone, dedica ella al señor que la ama, como por la respetabilidad que el señor ha conseguido con riesgo de la locura y siendo salvado por un amigo que todos quisieran conocer, de cuya calidad de salvador todos están al corriente, aunque nadie se atreva a pedir una presentación formal; finalmente, la mujer a la que el señor podría amar no ama a su vez al señor, que por otra parte no la ama en el sentido exacto de la palabra, aunque sepa, sin embargo, que es un objeto potencial de amor, y descubre que disfruta de esta posibilidad destinada probablemente a permanecer irrealizada, como de una perfecta mezcla de indiferencia y de pasión, pero esa mezcla está amenazada por la realidad de la mujer amada, sin la cual, por otra parte, no existiría la amada potencial, sería mantenida al margen por el amigo, que ella no conoce, pero que imagina fuerte e indiferente. Ha convocado a esta cita a las tres personas porque quisiera explicar y comprobar que sin ellas le resulta imposible vivir. Él es débil, intensamente mortal, y sobrevive únicamente gracias a un juego de eventualidades. ¿Pretende, pues, llevar a cabo una escena de confesión melodramática? Ya no. Ha comprendido, precisamente ahora, que él no acudirá, ya que el día de mañana es demasiado angosto para acogerle a él y a las explicaciones de los demás. Pero lo que es especialmente angosto es él, y la entrada simultánea de las tres imágenes incompatibles y necesarias le consumiría instantáneamente.