Un muchacho y su perro

Harlan Ellison

Filmada como UN MUCHACHO Y SU PERRO (LQ Jaf Films, 1975).

Bienvenidos a las secuelas de la Cuarta Guerra Mundial…, un estéril y violento país apto solamente para los rápidos y los astutos. Dos de tales supervivientes son el joven Vic y su telépata canino Sangre, que merodean juntos por los peligrosos desiertos radiactivos con más dignidad que la mayoría.

Sin duda una de las más brillantemente concebidas historias de Harían Ellison, Un muchacho y su perro recibió la aclamación unánime de la crítica a su aparición inicial, y ganó el codiciado Premio Nébula en 1969. Como era de esperar, eso no significó nada para los cabezas duras de los más importantes estudios de Hollywood, que desearon retorcer el interesante material hasta convertirlo en una versión futurista de Mr. Ed.

Naturalmente, el impávido autor les dijo que se fueran a dar un paseo colectivo.

Los espectadores familiarizados con el indomable Sr. Ellison, saben que compromiso no es precisamente una de sus palabras favoritas. Por lo tanto no fue ninguna sorpresa que Un muchacho y su perro permaneciera en el limbo cinematográfico durante cerca de cuatro años.

Luego, en 1973, gracias al actor-productor independiente L. Q. Jones, la versión cinematográfica —hecha al estilo Ellison— llegó finalmente al estadio de preproducción.

Desgraciadamente, se declaró de forma imprevista una huelga de escritores poco después, impidiendo al autor trabajar por sí mismo en el guión. Ese trabajo recayó finalmente sobre los hombros del productor Jones que, aunque adhiriéndose muy de cerca a la temática original, consiguió deslizar en ella algunas horrendas trampas de explotación.

Rodada bajo el título de Sangre el vagabundo durante un agitado período de veintisiete días en Barstow, California, la versión completa y plenamente montada fue estrenada un año más tarde en la Convención Mundial de Ciencia Ficción de 1974 en Washington, D. C.

Habiendo visto la película mucho antes que el resto del público, Ellison estaba un 95 por ciento complacido con la adaptación. Fue el otro 5 por ciento, sin embargo, lo que mantuvo al perfeccionista que había en él despierto durante noches enteras. Porque intercaladas en el diálogo había desvalorizabas implicaciones sexistas que abarataban todo el conjunto.

¿Qué podía hacerse? Siempre existía la opción de retirar la banda sonora en la sala de montaje y reelaborar un nuevo diálogo. Pero el productor le había dicho claramente al descontento autor que no quedaban absolutamente fondos para proceder a una postproducción.

Fue entonces cuando el legendario encanto carismático de Harían Ellison surgió en primer plano. Poco antes de dirigirse a la convención, metió un pequeño rollo de fragmentos desechados del filme en su maletín; luego organizó una subasta especial para fans tras la proyección en la capital de la nación. En el corto espacio de unas pocas horas, una bolsa de papel llena de billetes de uno, cinco y diez dólares estaba rebosando por todas partes. No es necesario decir que se reunió el dinero más que suficiente para rectificar y eliminar todo el material indeseado.

En retrospectiva, de lo único que se lamenta Ellison acerca de la forma como quedó finalmente la película es la última y no cambiada frase, cuando Sangre dice poco característicamente: «Puede que ella no tuviera muy buen juicio, pero te aseguro que tenía muy buen sabor». ¡Es una marrullera observación fuera de tono que casi reniega de todo lo que ha aparecido en la pantalla antes de ella!

Sin revelar su significado, bastará decir que la irónica pero optimista conclusión de Ellison fue tergiversada hasta convertirla simplemente en un cruel y sucio chiste.

JIM WYNORSKI