George Langelaan
Filmada como LA MOSCA (Twentieth Century-Fox, 1958).
Esta aterradora mezcla de ciencia ficción y horror fue un éxito sin precedentes entre los lectores cuando apareció por primera vez en el número de junio de 1957 de Playboy. Ganó el Premio al mejor Relato de Ficción y fue seleccionada para ser incluida en La mejor ciencia ficción del año. No es extraño pues que La mosca fuera inmediatamente atrapada por la Twentieth Century-Fox y ésta hiciera de ella una película de gran éxito con el mismo nombre.
El director Kurt Neumann, que previamente había filmado uno de los primeros grandes éxitos de ciencia ficción, Cohete X-M, infundió en el filme exactamente el equilibrio necesario de terror y humor negro. Gracias a la creíble interpretación y el soberbio maquillaje y efectos, los ánimos quedan en suspenso cuando el científico André Delambre revela su obra y entra en su teleportador de materia de fabricación casera. Desafortunadamente, no se da cuenta del pequeño insecto que ha penetrado volando en la cámara con él. Y ahí empieza la historia.
La horrible visión de Langelaan produjo su impacto en las pantallas de cinemascope un año después de la primera aparición en revista. Fuera de los cines, en carteles y marquesinas, los productores ofrecían la suma de mil dólares a cualquiera que pudiera probar «que realmente no podía ocurrir». Considerando que otros competidores del género tales como Ello: el terror de más allá del espacio y El hombre de la Cuarta Dimensión estaban dispuestos a pagar cincuenta mil y un millón respectivamente por la misma razón, esa parece más bien una suma ridícula. Pero no importa… ningún espectador consiguió ni un centavo durante la explotación de la película en los años 50.
Y tampoco les importaba, puesto que el filme proporcionaba la exacta dosificación de estremecimientos y excitación. La mosca era un éxito en ambos aspectos. El Times de Nueva York la calificó como «el más originalmente sugestivo erizacabellos desde El enigma de otro mundo». Variety la etiquetó como «sorprendentemente creíble».
Incluso el autor, el malogrado periodista George Langelaan, se sintió complacido con la traslación de letra impresa a pantalla luminosa. Por una vez, ningún hecho de la historia había sido alterado para complacer los deseos de un productor, una estrella o un director. Incluso los nombres originales de los personajes —hasta el gato de la casa, Dandelo— fueron retenidos en el guión cinematográfico por James Clavell (Tai Pan, Shogun).
Desgraciadamente, el ímpetu se perdió en dos secuelas inferiores, El regreso de la mosca (1959) y La maldición de la mosca (1965), las cuales fueron pálidos refritos de la primera versión. La fuerza y el impacto del original siguen imbatidos. Lean y vean.
JIM WYNORSKI