Capítulo 1

En vísperas de Navidad, Demelza recibió de Verity la siguiente carta:

Mi querida prima Demelza:

Tu carta, que mucho me alegró, llegó ayer por la mañana, y ahora la contesto —¡lo cual por tratarse de mí es muy pronto!— para decirte que me complace mucho saber que todos están bien, a pesar de las enfermedades que tanto abundan. En esta ciudad las cosas están muy mal, dos o tres enfermedades son frecuentes, y quien no tiene una padece otra. Sin embargo, gracias a Dios, también nosotros estamos sanos; en la iglesia, el sábado, la mitad de los asientos estaban vacíos a causa de los enfermos, y después visitamos a la señora Daubuz, la esposa del alcalde, para darle nuestro pésame por la pérdida de su bebé. La encontramos muy triste, pero resignada; es una excelente mujer.

Me alegro de que al fin hayas tenido noticia de que Mark Daniel está a salvo en Francia —es decir, si alguien puede considerarse a salvo allí en este momento—. Fue una cosa horrible, y ojalá nunca hubiera sucedido; puedo simpatizar con Mark, pero no aprobar su acto.

Durante la última semana estuvimos atareados. La flota de «Indias Orientales», formada por tres hermosos barcos y una fragata, y dos flotas de «Indias Occidentales», así como una de «Oporto» vinieron todas a este puerto, con excepción de unas pocas naves provenientes de las islas de Sotavento, que deben remontar el Canal. La bahía es un hermoso espectáculo, con unos doscientos veleros que pueden verse desde nuestra casa. Las flotas son muy valiosas, y la ciudad está muy concurrida con los pasajeros que descendieron de las naves.

Bien, querida, me siento muy feliz con mi nueva vida. Me parece que uno tiene la edad que siente; como solterona de casi treinta y un años me sentía vieja y marchita, pero como mujer casada, de ningún modo pienso lo mismo. Desde que vine aumenté de peso y ya no tengo catarro; quizás es el clima, más suave, que me sienta bien, pero yo creo que no se trata de eso. Andrew también se siente feliz y siempre está silbando de aquí para allá en la casa. Es extraño, porque en Trenwith nadie silbaba jamás. Extraño terriblemente algunas cosas, ciertas tareas que yo hacía allá, y a menudo anhelo ver los viejos rostros, sobre todo cuando Andrew se ausenta, pero hasta ahora, querida, puedes afirmar que tu fe en nosotros no estuvo descarriada. Bendita seas por todo lo que hiciste.

Podría haber deseado que esta Navidad hubiera visto la reconciliación de todos, el encuentro de los seis, y por supuesto con Julia y Geoffrey Charles. Habría sido muy bueno, pero lamentablemente temo que Francis nunca se ablande. Pero sé que Ross se avendrá, y en primavera, cuando el tiempo mejore y Ross esté menos atareado, quiero que ambos vengáis y paséis una semana conmigo. Tenemos buen número de amigos, y Andrew no desagrada a quien lo conoce bien.

Querida, lamento muchísimo que todo el esfuerzo de Ross parezca destinado a quedar en nada; es muy ingrato y una verdadera lástima, porque la industria necesita toda la ayuda posible. Por aquí hay fontaneros en dificultades, y algunos entraron en la ciudad la semana pasada y provocaron un disturbio. Hasta ahora ha sido un invierno terrible, y confío en que, con tanta gente al borde del hambre, aquí no ocurra nada parecido a lo que sucedió del otro lado del Canal. Trata de que Ross no se sienta tan agobiado por todo esto, como a veces le ocurre, pues piensa que cualquier fracaso es su fracaso. Si sucede lo peor y la fundición cierra, tal vez sea un contraste por unos pocos años, y en tiempos más felices puedan volver a trabajar. El capitán Millett, uno de los capitanes de las fragatas, dijo ayer que lo que necesitamos es otra guerra. Una solución terrible, pero en la habitación había otros que concordaban. Yo digo que es mejor la pobreza que eso.

Solamente lamento que Andrew se ausente tanto tiempo. Su barco sale esta tarde, y estará ausente en Navidad e incluso hasta después de Año Nuevo. Muchas veces pensé acompañarlo, pero él dice que espere hasta el verano, cuando el golfo de Vizcaya no esté tan agitado. Ama profundamente el mar, pero en todo el servicio se le considera un «autoritario». Cuando vuelve a casa siempre se le ve muy tenso, como si el viaje pusiera a prueba sus nervios, y es más fácil contrariarlo; y también entonces está un poco malhumorado. También creo que cuando está en el mar bebe un poco, lo cual no me extraña, porque necesita algo que lo sostenga, pero jamás toma una gota cuando baja a tierra. Me lleva un día de su precioso tiempo en casa para contentarlo, y poco después tiene que partir nuevamente.

Aún no conozco a mis dos hijos. Se trata de una cosa parecida a una tortura, y quizá deba soportarla hasta alrededor de Pascua, cuando el Thunderer, a bordo del cual está el cadete James Blamey, regrese a la patria. Esther Blamey, la hija de Andrew, acude a un colegio, y vive con la hermana de Andrew cerca de Plymouth. Quizá venga a visitarnos también en primavera. Cuando llegue el momento, ¡reza por mí! Deseo tanto que esta casa sea un hogar para ellos, y que se sientan bien venidos, siempre que nuestra relación lo permita. A veces creo que no sé tratar a la gente, y quisiera mostrarme más desenvuelta, una cualidad que otras personas poseen.

Nuestra ama de llaves, la señora Stevens, sufrió anoche tales dolores en el estómago que mandamos llamar al doctor Silvey, pero él dijo que eran calambres, y le recetó un pedazo de cilindro de azufre, molido sobre un lienzo fino, y le dijo que lo aplicase sobre la parte afectada cuando se sintiera dolorida. Ha sido una cura maravillosa, pero por mi parte creo que ella no toma bastante ruibarbo.

Pensaré en ti esta Navidad. Me alegro mucho, me alegro muchísimo de que me hayas infundido el valor para vivir mi propia vida.

Dios te bendiga y conserve a ambos.

Verity.