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Dave Hansen espera hasta que la conferencia de prensa del senador está a punto de acabar.

El senador está de pie detrás del podio, luciendo ante los reporteros su típica sonrisa, y pregunta:

—¿Hay más preguntas?

Dave levanta la mano. El senador le sonríe y hace un gesto con la cabeza.

—¿Conoce usted sus derechos? —pregunta Dave.

El senador lo mira socarronamente.

—Tiene derecho a guardar silencio —dice Dave, acercándose a la plataforma. Dos agentes del Servicio Secreto se interponen, pero Dave levanta su placa del FBI y pasa entre ellos de un empujón—. Cualquier cosa que diga puede ser usada en su contra en un tribunal y así se hará —dice Dave, mientras reúne las manos del senador a sus espaldas y lo esposa.

Las cámaras disparan y las luces brillantes de los vídeos le dan a Dave en toda la cara, pero a él no le importa.

—Tiene derecho a un abogado…

—Esto es ridículo —dice el senador—. Es una cuestión política…

—… y si no tiene dinero para pagarlo —dice Dave, con una sonrisita—, se le nombrará uno de oficio.

—¿Por qué se me arresta?

—Por el asesinato de Summer Lorensen —dice Dave.

Empieza a llevarse al senador a través del gentío y se dirige hacia un coche que espera. Los medios de comunicación se cierran a su alrededor como la contracorriente en la zona de impacto. Dave abre la portezuela, baja la cabeza del senador, lo empuja con suavidad sobre el asiento y vuelve a cerrar la portezuela.

Sube al asiento del acompañante y dice al joven agente intimidado que pise el acelerador. Dave tiene prisa.

Ya se ha perdido «la hora de los caballeros» y no quiere llegar tarde al funeral de Frank Machianno.