87

Ahora sabe que detrás de todo esto está el «hijo afortunado», porque ningún mafioso en todo el mundo ha sido jamás tan ruin como para secuestrar a la hija de alguien. Solo un político sería capaz de hacer una cosa así.

Pero ¿de quién te fías?

Normalmente, cuando te secuestran a un familiar, recurres al FBI, pero ahora no puedes hacerlo, porque los federales son los secuestradores.

O un mafioso recurriría a los otros mafiosos para que hicieran justicia. En realidad, así es como comenzó toda esta cosa nostra, ¿no es cierto? Ma figlia, ma figlia. Mi hija, mi hija. Pero tampoco puedes hacerlo, porque todos los demás mafiosos te quieren matar.

«De acuerdo, matadme, pero dejad en libertad a mi hija».

Pero no lo harán, porque a los mafiosos los han corrompido los políticos. Si te acuestas con perros, te levantas con pulgas.

Lo irónico del asunto es que podría haber matado al hijo de Mouse Senior y al hijo de Billy Jacks…

«Los he tenido a los dos en la mira y los he dejado marchar. Y no lo hice, porque yo también soy padre, porque eso no se hace. ¡No se hace!».

Entonces, ¿a quién recurres? ¿De quién te fías?

Siempre has sido capaz de fiarte de ti mismo, pero ¿te puedes fiar de ser capaz de abatir al ejército que van a enviar contra ti y, al mismo tiempo, mantener a Jill sana y salva? Tal vez, tal vez habrías podido hacerlo cuando estabas en tu mejor momento, pero ya han pasado veinte abriles desde tu mejor momento. Estás viejo, estás cansado y estás dolido.

No te puedes fiar de hacerlo. Entonces ¿adónde vas a parar con esto? Y, lo más importante, ¿adónde va a parar Jill?

No se quiere ni imaginar la respuesta: es demasiado espantosa.

«Afróntalo —dice Frank—: hay una sola probabilidad y ni siquiera es demasiado buena, pero es la única».

A regañadientes, deja la pistola y coge el teléfono.