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Dave regresa a su casa y se pone a trabajar en su estudio.

No tarda mucho. La Ley Patriótica le da carta blanca para acceder a los registros telefónicos y en cinco minutos obtiene el número que Troy ha marcado. Es un teléfono móvil, obviamente, lo cual complica un poco las cosas.

Antes de que acabe de introducirlo en su ordenador, entra Barbara con una cafetera y unas galletas de avena.

—¿Es una de esas noches? —pregunta.

Él asiente con la cabeza.

Hace treinta y cinco años que están casados y ella ha pasado por más de una de esas noches.

—Pareces preocupado —dice ella.

—Lo estoy.

—¿Te lo estás tomando personalmente?

—Supongo que sí.

Es una de las cosas que le gustan tanto de él: que se preocupa por sus casos. Para él no son meros números, ni siquiera después de tantos años.

—Muy pronto —dice ella—, dentro de unos meses, ya no habrá más noches como esta. —Lo besa en la frente—. ¿Quieres que te espere levantada?

—Ni siquiera sé si me voy a poder acostar.

—Te espero —dice ella—, por si acaso. Tarda tres horas más en leerse los registros y entonces lo localiza: Troy ha llamado a Donnie Garth.