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Jimmy sabe que tiene que entrar y salir rápidamente.

«Pim, pam, pum y a otra cosa, Eme de mariposa».

Compite con los federales para ver quién llega primero. No hay premio de consolación para el segundo: nada de cestas de regalo ni fines de semana con todo pagado en un lugar de vacaciones de mala muerte; solo gracias por participar y esperamos que se lo haya pasado bien. El ganador se queda con todo, como debe ser.

Por eso Jimmy y el «equipo de demolición» aparecen en la dirección señalada y con malas intenciones. Ya no hay tiempo para sutilezas: simplemente tienes que atravesar la puerta y disparar a cualquier cosa que se mueva, con la esperanza de darle a la Máquina antes de que la Máquina te dé a ti.

«Suena bien —piensa Jimmy mientras el coche frena dando un patinazo—. Tendría que ir al estudio y grabarlo: “Darle a la Máquina antes de que la Máquina te dé a ti”. El próximo gran éxito hip-hop que salga de Motor City. Que le den por el culo a Ocho millas».

Se baja del coche. La dirección es una caja de sorpresas.

Aparcado al otro lado de la calle, Dave es capaz de reconocer a una pandilla en cuanto la ve, aunque diluvie.