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Jimmy está sentado en el asiento del acompañante con una de las grandes lámparas halógenas que fueron a comprar a Costco cuando oyeron las noticias por la radio.

—¿No tendríamos que volver enseguida? —había preguntado Carlo.

—No subirá hasta que oscurezca —había dicho Jimmy—, suponiendo que esté vivo. En cualquiera de los dos casos, tenemos tiempo de sobra.

Por eso habían ido a Costco.

—Menos mal que llevaba mi tarjeta —dice Jimmy.

Va iluminando el costado de la carretera, mientras patrullan lentamente de un lado a otro del cañón. Tony, Joey y Jackie van en el otro coche, haciendo lo mismo en sentido contrario.

«Esto es como Torpedo —piensa Jimmy—, cuando los destructores japoneses van de un lado para otro, esperando a que el submarino estadounidense salga a la superficie. Porque tiene que subir: se está quedando sin oxígeno. Igual que Frankie Eme».

—¿Ves algo? —pregunta Carlo.

—A Big Foot —dice Jimmy.

—¿Dónde?

—Te la estaba zumbando, capullo —dice Jimmy.

—Oye, que eso del Big Foot no es coña —dice Carlo—. Que he visto un documental en el canal National Geographic y el National Geographic no dice gilipolleces.

Jimmy el Niño no le está prestando atención, sino que está pensando detenidamente.

Lo que está pensando es que Frankie Machine es una cucaracha.

«A este hijoputa no lo puedes matar así, sin más ni más. Ya, pero tienes que hacerlo, de modo que ponte a pensar. Un buen cazador piensa como su presa, así que piensa como Frankie Eme. Vale, estás herido, puede que malherido, así que no te mueves muy aprisa. Te vas a poner a cubierto durante el día y vas a tratar de moverte por la noche. Tienes que salir del maldito cañón y no puedes salir por el otro lado, porque es muy escarpado y muy alto y, además, porque del otro lado no hay absolutamente nada. Así que vas a subir por el mismo lado por el que has bajado. Vas a volver a subir a la carretera, porque ya no tienes coche y vas a tener que encontrar un medio de transporte, como sea. De acuerdo, pero ¿cómo? Estás como a veinticuatro kilómetros de la ciudad más cercana, donde puedes alquilar un coche, pero, si lo haces, tu identificación hará saltar la alarma de que eres un tío que ha estrellado y quemado el último coche que ha alquilado, pero, como eres Frankie Machine, ni siquiera vas a intentar hacer algo así. Por lo tanto, te quedan dos alternativas: o pides a alguien que te lleve o robas un vehículo. Nadie que esté en sus cabales te va a llevar y tú no te vas a poner en medio de la carretera a enseñar el pulgar, porque sabes que nosotros te estamos buscando y la pasma también. Así que le vas a pispar el buga a alguien. Dabuten, pero ¿cómo? Por aquí no hay semáforos en rojo, ni señales de stop, ni gasolineras. ¿Qué queda entonces? ¿Qué hay por aquí donde la gente vaya a parar? Entonces se le ocurre».

—Mierda —dice Jimmy—. Da la vuelta, date prisa.

—¿Qué pasa?

—Vamos a buscar un aparcamiento.