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Jimmy el Niño espera con lo que queda del «equipo de demolición».

Paulie está con pronóstico reservado por su herida en la pierna, pero Carlo… Con Carlo se puede contar, tío. Carlo sabe distinguir entre un daño y una herida y va a estar allí cuando suene el silbato. Además, tiene algo de que vengarse y ya se sabe que el deseo de venganza no para de dar el coñazo.

Fue Jimmy quien se lo figuró: que más tarde o más temprano, Frankie Eme iría a ver a Mike Pella para aclarar la situación. Pella era su compañero, su colega, su compare. De modo que sencillamente era cuestión de averiguar dónde guardaba el FBI a Pella, tender una red a su alrededor y esperar.

Había que esperar a que Frankie Eme la cagara y eso fue lo que hizo: se metió justo en el viejo cañón sin salida.

Solo hay cuatro carreteras para salir de Ramona y tres de ellas conducen al mismo cruce, de modo que, cuando Frankie Eme gira hacia el norte en la 78, saben que lo tienen. Es la peor ruta que podría haber cogido, porque baja serpenteando por el borde de un cañón escarpado, con la pared de piedra a un lado de la carretera y el precipicio al otro.

Por consiguiente, cuando Frankie Eme entra en el cañón, le ponen un coche detrás, mientras el coche de Jimmy espera en un desvío al otro lado de la carretera, como tres kilómetros más adelante.

«Como en las viejas películas del Oeste —piensa Jimmy—. Los gilipollas de la caballería se meten a caballo en el cañón donde los apaches los están esperando. Frankie Eme es Custer y yo soy Jerónimo».