Dave Hansen está sentado frente a su escritorio, mirando por la ventana los edificios del centro de San Diego.
La lluvia apedrea la ventana, como si fuera granizo. De vez en cuando, una ráfaga de viento trae una cortina de agua, que azota el cristal como una bandada de pájaros que baten las alas y levantan vuelo como si algo los hubiese sobresaltado.
Casi todos los días, desde aquella ventana se puede ver el océano y también las ondulaciones de Tijuana, al otro lado de la frontera. Hoy apenas se ve el otro lado de la calle. Todo es niebla y lluvia.
Lágrimas por Frankie Machine.