Dave está metiendo su tabla de surf larga en la parte posterior de su furgoneta, cuando Frank aparece a sus espaldas.
—Es muy peligroso surfear en un temporal de lluvia —dice Frank—. Solo Dios sabe la basura tóxica que sale por los desagües. Te estás buscando una hepatitis.
—Tienes derecho a permanecer…
—No me vas a arrestar, Dave.
—¿Por qué no?
—Porque me debes un favor.
Es cierto y Dave lo sabe.
—Demostremos que todo el mundo está equivocado —dice— y salgamos de la lluvia.
Frank se sube al asiento del acompañante de la furgoneta. Los dos hombres se quedan sentados allí, mirando el océano, mientras las gotas de lluvia salpican el parabrisas.
—¿Has pillado algo bueno? —pregunta Frank.
—Casi todo bazofia —dice Dave—. ¿Dónde coño has estado?
—Corriendo.
—Y con tanto correr, ¿por casualidad no habrás tropezado con un tío llamado Vince Vena?
Frank lo mira fijamente.
—Lo trajo la corriente a mi jurisdicción —dice Dave—. Te lo agradezco un montón.
—La marea hace cosas raras cuando el tiempo está así —dice Frank.
—Falló por un poquito de nada.
—Si dijera que lo he matado yo —dice Frank—, y no lo estoy diciendo, diría que fue en defensa propia.
—¿Y qué me dices de Tony Palumbo? —pregunta Dave—. ¿Eso también fue defensa propia?
—Precisamente.
—Y una mierda, Frank —dice Dave, enfadándose—. Te estás cargando a los testigos de la Operación Aguijón G.
—¿Qué dices?
—Palumbo era uno de mis muchachos —dice Dave—, un agente secreto, y lo era hacía años. ¿Quién te ha pagado? ¿Teddy Migliore? ¿Detroit?
—Te enseñaré cómo me han pagado, Dave.
Frank se baja el cuello de la sudadera para enseñarle a Dave la cicatriz, todavía irritada y roja.
—Tu muchacho trató de borrarme del mapa, Dave. Me puso un garrote en torno al cuello.
—Eso no tiene ningún sentido —dice Dave.
—Palumbo no sería el primer agente secreto que trabaja para los dos lados —dice Frank—. Además, ¿era Vena uno de tus testigos?
—Esperaba que lo fuera después de que lo imputara —dice Dave—, pero tú lo impediste.
—Lo has entendido mal, Dave. Fueron ellos los que intentaron matarme a mí, pero no lo consiguieron.
Cuenta a Dave lo que le había dicho Mouse Junior; le habla de su discusión con John Heaney y de su enfrentamiento con Teddy Migliore y de una pandilla de Detroit que está tratando de eliminarlo.
Dave mira a su viejo amigo. Después de dos décadas de «hora de los caballeros», uno llega a conocer a una persona y además estaba el caso de Carly Mack…
—¿Qué tiene que ver conmigo la operación Aguijón G? —pregunta Frank.
—Que yo sepa, nada —dice Dave.
—¡Dime la verdad! —grita Frank—. ¡Ahora estoy tratando de salvar mi vida!
—Te puedo ayudar, Frank.
—Mira qué bien. ¿Como me ayudaste en Borrego? ¿Como me ayudaste en Brawley? Le pusiste un micrófono a Sherm Simon, Dave. Hiciste que me pusieran un GPS con el dinero. Me seguiste el rastro y me vendiste a Detroit.
—Te seguí el rastro —reconoce Dave—, pero no se lo dije a nadie.
—Eres un policía deshonesto —dice Frank y mira a Dave a los ojos en busca de confirmación, pero no la encuentra.
Lo que ve es que su viejo amigo está furioso. No lo había visto así desde el caso de Carly Mack.
—Vamos —dice Dave.
—No voy a entrar en el programa —dice Frank—. Puedo ser muchas otras cosas, pero no soy un chivato.
—Entonces eres casi la única excepción.
—No puedo responder por los demás —dice Frank—, solo respondo por mí mismo.
—¡Estos mafiosos están tratando de matarte! —grita Dave—. ¿Y tú los vas a defender? ¿Qué ha hecho jamás por ti Pete Martini o cualquiera de estos tíos? ¿Alguna vez han hecho algo por ti? Tienes una hija, Frank, que está por entrar en la Facultad de Medicina. ¿Qué va a hacer Jill cuando estés bajo tierra?
—Ya me he ocupado de Jill —dice Frank— y también de Patty.
—Eres un terco hijo de puta.
—¿Me puedes devolver mi vida?
—No —dice Dave—, pero te puedo devolver una vida.
«Aunque sea verdad —piensa Frank—, no es suficiente».
—Quiero pedirte algo, Dave. —Lo que me debes por Carly Mack.
—Lo que sea —dice Dave.
«Te debo un favor».
—Lo único que se me ocurre es que esto tenga algo que ver con algo que hayamos hecho Mike Pella y yo en el pasado —dice Frank—. Ahora hace mucho que estoy fuera de este ambiente y no sé cómo están las cosas. Tengo que averiguar si Mike está muerto o, si está vivo, dónde coño está. Pensé que tal vez tú supieras algo de eso.
—No puedo hacer eso, Frank.
Frank lo mira durante un segundo y después abre la portezuela para salir.
—Cierra la puerta, Frank.
Frank la cierra.
—Necesito que me des tu palabra de que no lo vas a matar —dice Dave.
«Eso significa que Mike está vivo y bajo la vigilancia del FBI. Todo empieza a encajar».
—Solo quiero hablar con él —dice Frank.
El cielo está de color gris perla y, como toda perla, brillante con la lluvia, casi traslúcido.
«Es bonito», piensa Frank.
Observa una ola que sube por la izquierda y se empieza a formar, una pared gruesa de agua que se enrolla, una cabrilla baila en el extremo, como un funámbulo.
—Pella no tiene nada que ver con la Operación Aguijón G —dice Dave.
«¿Entonces…?».
—Pensamos que fue quien asesinó a Goldstein.
¡Bum! La ola estalla con un estruendo sordo y grave… en la cabeza de Frank.
Siente como si se ahogara, como si lo sujetaran bajo el agua en la zona del impacto.
—No es posible —dice Frank.
Dave se encoge de hombros.
—Está en Palm Desert, con el nombre de Paul Otto.
—¿Lo tenéis bajo vigilancia?
Dave lo niega con la cabeza.
—Está en el programa, Frank.
Mike se ha chivado.