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Dave Hansen entra en la habitación del Motel y Restaurante EZ. Hay agentes de la policía local por todos lados, enloquecidos porque aquello es muy emocionante. Los tiroteos normales y corrientes en aquella parte del país por lo general tienen que ver con mojados borrachos el sábado por la noche o con gente que molesta a la «basura blanca» cualquier día de la semana, así que un tiroteo en un motel es algo extraordinario.

Dave examina la señal que ha dejado la bala en el marco de la puerta. No es propio de Frank errar un tiro. Se da la vuelta y ve el cartel de Agricorp. Típico de Frank: buen ángulo de tiro hacia abajo, sin posibilidad de respuesta. Dave entra en el cuarto de baño y ve la nota: «¿Pensabas que estabas jugando con niños?».

«No, Frank, no lo pensaba. Tendría que haber sabido que pillarías lo del GPS. Tendría que haber sabido que te darías cuenta. Aun cansado, agotado y fugitivo, no pierdes la cabeza».

—¿Qué ha ocurrido? —pregunta el joven Troy.

—Lo que ha ocurrido —dice Dave, irritado— es que es Frankie Machine.

«Aunque, a decir verdad, es una buena pregunta, ¡maldita sea! ¿Qué coño ha ocurrido aquí? ¿Quién vino a matar a Frank antes de que llegáramos? ¿Y cómo supieron dónde estaba?».