La bala choca contra la madera un centímetro por encima de la cabeza de Jimmy el Niño. Le tiembla todo el cuerpo, pero se esfuerza por controlarse y lo consigue.
Un tío más tonto habría pensado que Frankie Machine había fallado, pero Jimmy es más listo que eso. Frankie Machine no yerra ningún tiro.
Frankie estaba enviando un mensaje de paz: «Te podría haber matado, si hubiese querido, pero no lo he hecho».
Jimmy el Niño espera cinco minutos y trata de recuperar lo que queda del «equipo de demolición». Carlo ha superado el susto y puede andar, de modo que él y Jimmy llevan a Paulie escaleras abajo y lo meten en un coche. Entonces se marchan y se alejan un poco por la autopista, porque hasta los polis se han despertado en aquella ciudad somnolienta al darse cuenta de que ha ocurrido algo extraordinario en el Motel y Restaurante EZ.
Entonces Jimmy hace la llamada que en realidad no quiere hacer y despierta a Mouse Senior de un sueño profundo.
—Me ha dejado dos chungos —dice Jimmy.
—¿Y?
—Y nada —dice Jimmy—. Se nos ha escabullido.
—Por lo que cuentas, ha hecho algo más que escabullirse —dice Mouse Senior y Jimmy percibe un dejo de satisfacción en su voz.
—Oye —dice—, ¿qué hago con mis dos hombres?
—¿Hay heridos?
—Coño, ¡sí!
—De acuerdo —dice Mouse Senior con aquella voz tranquilizadora y paternal, como si fuera el coñazo de Jim Backus en Rebelde sin causa, que hace que Jimmy se suba por las paredes—. Estáis a unos veintiocho minutos de México. Cruzáis la frontera y vais a Mexicali. Espera un momento.
Mouse Senior vuelve a ponerse al teléfono unos tres minutos después y le da una dirección.
—Id allí. El médico se encargará de tus hombres. ¿Tenéis seguro médico?
—¿Qué?
—Era broma, chaval.
«Claro y esta es la noche de micrófonos abiertos en el Comedy Store —piensa Jimmy, mientras cuelga—. Espero que te sigas riendo cuando te haga una colonoscopia con una glock y apriete el gatillo».
Entonces Jimmy hace la llamada que realmente no quiere hacer.
A aquel tío no lo despierta. Aquel tío contesta antes de que acabe de sonar el primer timbre del teléfono; es evidente que está sentado al lado del teléfono esperando la llamada, pero no aquella llamada.
El tío aquel esperaba que lo llamara para decirle que Frankie Machine había ido a reunirse con sus antepasados y sin duda no quería enterarse de que Frankie Eme seguía en este mundo.
—Esto es un quid pro quo —dice el tío—. Dile a tu gente que no pueden esperar el quid a menos que entreguen el quo.
«¿Qué querrá decir aquello?», piensa Jimmy.
No solo no sabe de qué le está hablando, sino que ni siquiera sabe con quién está hablando. Simplemente tiene un número de teléfono y se supone que hable con quien responda al otro lado, quienquiera que sea. Aquel infeliz con sus «quids» y sus «quos».
—Lo entregaremos —acuerda Jimmy, que no quiere profundizar en el asunto y, además, Paulie empieza a dejarlo todo perdido de sangre.
A Jimmy le duele tanto la cabeza cuando cuelga que casi desearía que Frankie Eme le hubiese volado los sesos.
«Deberías haberlo hecho —piensa Jimmy—. La has jodido, Frankie Eme, y espero que sea la primera vez de muchas, porque yo no voy a parar y además no creo que te deba una. ¡Coño! Nadie te ha pedido clemencia ni nadie te la dará. No con lo que tú sabes, viejo».