—El cabronazo es un lince —dice Carlo.
Están sentados en el aparcamiento de un Burger King en El Centro, cien kilómetros al este de Borrego y muy cerca de la frontera mexicana. Jimmy ha desparramado al resto de la pandilla por toda la ciudad: él se quedó en el Burger King, envió a Jackie y Tony a Mickey D’s y a Joey y Paulie a Jack in the Box.
—¿Cómo es que a nosotros nos toca Jack in the Box? —se había quejado Paulie.
—¿Por qué? ¿Quieres el Burger King? —había preguntado Jimmy.
—Sí, vale.
—Pues te jodes, el Burger King me toca a mí —había dicho Jimmy. En el Burger King las patatas fritas son mejores y los refrescos no tienen tanto gas. Cuando te pasas varias horas seguidas encerrado en un coche con otro tío, no quieres refrescos con mucho gas. Mira a Carlo y dice—: No llegó a ser Frankie Machine por ser gilipollas.
—Lo hemos perdido —dice Carlo—. Ahora tiene dinero y tiene la carretera despejada. No tenemos ni puñetera idea de dónde estará. Podría estar en cualquier parte.
—Tranquilo —dice Jimmy—. Hago una simple llamada telefónica y enseguida sabré dónde está.
Carlo lo mira, impresionado y escéptico al mismo tiempo.
—¿Y a quién vas a llamar?
—A los Cazafantasmas.