Frank sale por atrás en cuanto oye las sirenas. Osborne había hecho sonar la alarma silenciosa, como él le había dicho. Esperaba que el banquero obedeciera también el resto de sus instrucciones.
«Dígale a la policía estatal que entró un hombre e intentó robarle, pero que después se puso nervioso y salió corriendo. Deles la descripción de uno de los hombres que vinieron a verlo esta mañana», le había dicho a Osborne.
—¿Y si les digo que el ladrón se llevó veinte mil dólares? —preguntó Osborne.
—¿Se supone que haya veinte mil dólares extra en el banco? —dijo Frank.
—No.
—¿Entonces?
—Está bien.
—Limítese a hacer sonar la alarma, ¿vale?
Sin embargo, Frank no sale corriendo por el callejón, sino que busca la escalera que conduce al techo y sube. Cuando llega arriba, el corazón le late con fuerza y él respira con dificultad.
Jill tenía razón sobre la carne roja y los postres, piensa: tengo que comer menos. Se arrastra sobre la barriga por el techo y baja la escalera por el otro lado justo cuando los coches de la policía estatal se detienen en seco delante del banco. Frank va hacia su coche, retrocede con calma, cruza la calle hasta una gasolinera y empieza a llenar el tanque.
—¿Qué pasa? —le pregunta al encargado, que ha salido a ver a qué se debe tanto alboroto.
—No lo sé —responde el chaval—. Tiene algo que ver con el banco.
—¡Jo!, no me digas —dice Frank—. ¡Qué disparate!
Ve que Osborne sale del banco con uno de los policías y que un civil cruza desde la heladería y se pone a señalar hacia el oeste, con grandes gestos de «se fueron hacia allá».
Uno de los policías corre hacia su coche y sale volando hacia el oeste.
Frank llena el tanque.
—Espero que los pillen —dice y se marcha hacia el este, sin superar el límite de velocidad.
«Eres idiota —se dice a sí mismo— o es que te estás cansando y perdiendo facultades. Era el tío de la heladería, al otro lado de la calle. Lo conoces, pero no recuerdas de dónde. Es una putada envejecer. Vamos, piensa, piensa, piensa».
El nombre le da vueltas, lo tiene en el límite de la memoria. Carlo Moretti: un tío de Detroit, un esbirro de Vince Vena.