Sentado en el coche, Jimmy Giacamonte, el Niño, piensa en cojones. Cojones es lo que tiene Frankie Machine y resuenan como grandes badajos de bronce.
Primero secuestra a Mouse Junior y lo lleva precisamente al lugar de trabajo de su padre; después mete a John Heaney en un contenedor y por último entra tranquilamente en el bar de Migliore, golpea a la mitad de los mafiosos hasta dejarlos inconscientes y da una paliza al mismísimo Teddy.
El tío tiene cojones.
«Muy bien —piensa Jimmy—, porque ese es el tipo de trofeo que uno quiere tener colgado en la pared. No sus cojones, evidentemente, no literalmente, pero todo cazador que se precie quiere al gran elefante macho, aquel que, si la jodes, es capaz de matarte. De lo contrario, ¿qué sentido tiene?».
Jimmy está en California con todo su equipo.
Los llaman el «equipo de demolición», porque tienen su sede en un cementerio de coches en Deerborn. A Jimmy le gusta la etiqueta: el «equipo de demolición». Queda todo dicho.
No fueron todos juntos, desde luego —habría sido una estupidez—, sino en vuelos distintos; además, ninguno de ellos llegó hasta San Diego. Jimmy fue a Orange County; Paulie y Joey, a Los Ángeles; Carlo, a Burbank; Tony, a Palm Springs y Jackie, a Long Beach.
Los hombres de Mouse los fueron a buscar y les suministraron la chatarra. Era lo único que Jimmy había pedido a aquellos idiotas de la costa oeste:
—Conseguidnos chatarra limpia, que no puedan rastrear. ¿Podéis hacer una cosa así?
Tal vez sí, tal vez no. Frankie Eme había llegado hasta la entrada de su casa y, ¡por Dios!, lo dejaron marchar. Según lo que había oído, Frankie había tiroteado el hummer del chaval y, de paso, había robado el auto de Joey Fiella. Para descojonarse.
Pero los Mousqueteros les trajeron el arsenal que él había pedido, así que su equipo estaba armado y listo para bailar el rock and roll al estilo de Motor City, al estilo de Ocho millas.
Jimmy se pone a cantar:
«Solo tienes un disparo, no pierdas la oportunidad de matar,
una oportunidad que solo se presenta una vez en la vida…».
«No jodas, no puedes desaprovechar esta oportunidad. Soluciona la cuestión aquí, regresa y sáltate al viejo para ocupar el lugar en el consejo. O sea, coróname, papi, como primer paso para que la familia deje de pertenecer a los Tominello y vuelva a quienes corresponde: a los Giacamone. Eso es algo que papá nunca tuvo cojones para hacer, pero yo sí —piensa Jimmy—. Frankie Eme y yo tenemos cojones. Ahora solo tengo que cortarle a Frankie los suyos».
Por eso se sienta en el coche a esperar. Frankie Machine se va a presentar, más tarde o más temprano.