Troy Vaughan sale del edificio del FBI para comer algo por ahí. Hay una cafetería buena en el edificio, pero a Troy le apetece tomar un poco el aire. Se guarda el Union-Tribune bajo el brazo y sale de su despacho.
—Está lloviendo —le dice la recepcionista.
Troy levanta su paraguas.
Es posible que haya tres personas en San Diego que posean un paraguas.
De todos modos, no llueve demasiado y el paraguas lo protege del viento. Troy camina tres calles hasta un bar que sirve comidas en Broadway, en el límite del Gaslamp District. Localiza un taburete junto a la barra y se sienta.
—¿Cuál es la sopa del día? —le pregunta al tío que está detrás de la barra.
—Verdura con alubias.
Pide la sopa y medio bocadillo especial y abre el periódico. Retira la sección deportiva, la deposita en el taburete contiguo y se pone a leer la sección principal.
Un minuto después, el tío que está sentado dos taburetes más allá se pone de pie, retira su cuenta del mostrador, coge la sección deportiva y se dirige a la caja; paga la cuenta y se pierde en la lluvia.
Troy procura no mirar al hombre que sale; se obliga a permanecer sentado y a acabar el bocadillo y la taza de sopa de verdura con alubias.
«No será alta cocina —piensa—, pero no está mal para un día frío y lluvioso como hoy».