Joey Fiella acelera en la rampa de acceso a la 101 en dirección al sur y espera que su Mustang coja bien la curva. Así es, aunque no se puede decir lo mismo del hummer de Junior: el guardabarros frontal izquierdo se ha abollado contra una farola y le sale humo del motor.
—Junior se va a subir por las paredes —dice Rocco.
—Que se joda —dice Joey y detiene el coche en el arcén, detrás del hummer.
—¡Vaya suerte! —dice Rocco.
«Vale, pero ¿buena o mala?», piensa Joey mientras coge la pistola y abre la portezuela.
Rocco hace lo mismo y se acercan al hummer desde los dos lados, apuntando con las armas, como los típicos polis cuando detienen un vehículo en la carretera.
«Joder con Junior y sus vidrios polarizados», piensa Joey mientras se acerca a la puerta del conductor, porque no puede ver el interior del coche y solo le cabe esperar que Frankie Machine se haya desplomado contra el volante con el melón partido por la mitad.
Decide no correr riesgos —Frankie podría estar haciéndose el muerto y, además, en cualquier momento podría subir otro coche por la vía de acceso a la autopista—, así que Joey Fiella empieza a disparar y a Rocco le da pánico de pronto y hace lo mismo y los dos descargan las pistolas sobre las ventanillas delanteras.
Las lunas se hacen añicos. Joey parpadea. Frankie no está allí y su propio Mustang se mete en la autopista con Frankie al volante.
«Eso no está bien», piensa Joey.
No va a ser nada fácil explicarle a Pete que disparó contra el hummer de Junior hasta hacerlo mierda, mientras dejaba que le robaran su propio coche… y dejaba escapar a Frankie Machine.