Como cualquier persona que lo haya intentado sabe, un relato puede narrarse de dos formas. Puedes empezar por el principio y avanzar hacia el final, o empezar por el final y avanzar hacia el principio. En este caso concreto, el principio es Joseph Schwartz, sastre jubilado de Chicago, Estados Unidos, Anno Domini 1947, en tanto que el final es Bel Arvardan, arqueólogo no jubilado de Baronn, sector de Sirio, año 827 de la Era Galáctica.
En realidad, existe una tercera forma de contar un cuento, y consiste en empezar por ambos extremos y avanzar hacia el centro. Y puesto que, ¡oh gentil lector! (a propósito, cuando se usaba hace siglos esta frase no hacía referencia a la amabilidad del lector sino a su supuesta calidad de «gentilhombre», vale decir noble, a fin de diferenciarlo del populacho que carecía, en opinión del autor, del ingenio y el gusto selectivo necesarios para leer sus obras…).
Pero como íbamos diciendo…
Y puesto que, ¡oh gentil lector!, el método de los dos extremos hacia el centro parece un poco confuso, vamos a ensayarlo y a demostrar que no es tal cosa.
El único problema es que tendremos que seguir los dos extremos por separado, ya que ni nuestro nombre de pila es Gertrude ni nuestro apellido Stein. Después de lanzar la moneda, nos decidimos por Joseph Schwartz…