Preámbulo

Ahora que ya tiene el libro en su casa, permítame presentarle el primer relato: mi novela corta «Envejece conmigo».

El 26 de mayo de 1947 el director de Startling Stories me pidió que escribiera una obra de 40.000 palabras para la revista. Por aquel entonces yo llevaba casi veinte años vendiendo relatos a las revistas de ciencia ficción, y ya había escrito obras de esa longitud. Dos años antes había escrito «The Mule»[1] para Astounding Science Fiction, un relato de 50.000 palabras.

Startling pedía en concreto un «relato tipo Astounding», por lo que la tarea me pareció sencillísima.

Sin embargo, tardé el verano entero en escribirlo, porque también tenía que preparar mi tesis doctoral. Acabé el 22 de septiembre de 1947. La obra terminó siendo notablemente más larga que lo solicitado (49.000 palabras), pero ese detalle no me preocupó; puesto que las revistas pagan por palabra, eso significaba más dinero.

El título de la novela lo copié del primer verso de la obra Rabí Ben Ezra de Robert Browning, que es un himno a la vejez. Eso confería al título un significado irónico, en vista del argumento de la novela. Yo sólo tenía entonces veintisiete años, y aún podía considerar con despreocupación el tema de la vejez.

Pero para mi sorpresa (y para mi cólera) Startling, tras retener la novela tres semanas, la rechazó. Me sentí humillado, ya que no había sufrido un rechazo en los últimos cinco años. Sufrir uno por parte de una revista de segunda categoría, después de pasar el verano entero escribiendo y tras haber recibido la aprobación de la revista cuando (a solicitud de la misma) me habían pedido ver fragmentos de la novela conforme iba escribiéndola, me pareció insoportable. Tengo la costumbre de sentirme desilusionado cuando sufro rechazos (y sufro algunos incluso en la actualidad), pero los soporto filosóficamente. Aquélla fue la primera y la única vez que me encolericé.

Hice el intento en Astounding, y la novela fue rechazada de nuevo. Alimenté la esperanza de que una editorial semiprofesional, en proceso de creación para publicar obras de ciencia ficción, quisiera quedarse con mi novela prácticamente sin pagar un centavo, pero incluso esa esperanza se desvaneció.

Era el peor fracaso literario de mi vida hasta entonces, y lo extraño es que yo no tirara a la basura el condenado manuscrito. Por fortuna, aún faltaba una década para que comprara la casa con el fogón para barbacoas en el patio, o de otro modo habría quemado la novela. Pero yo residía en un piso sin posibilidad de preparar barbacoas en el salón; de modo que metí el manuscrito en un cajón e intenté olvidar el asunto.

Sin embargo, en 1949 Doubleday estaba planeando iniciar una colección de ciencia ficción con encuadernación de lujo, que sería la primera de una editorial no especializada. Mi amigo Frederik Pohl, también escritor de ciencia ficción, se enteró de ello, vino a verme y me sugirió que ofreciera «Envejece conmigo» a Doubleday. Puse muchísimos reparos, ya que no tenía intención alguna de sufrir nuevas humillaciones por causa del fiasco que había escrito, pero Fred fue muy persuasivo y le respondí que lo pensaría.

El 11 de marzo de 1949 decidí que sería poco profesional por mi parte determinar en nombre de un editor que una novela era inservible. En consecuencia, fui al piso de Fred Pohl. (En aquellos tiempos, yo era demasiado pobre para ir en taxi, y demasiado ingenuo para pensar en una llamada telefónica a fin de comprobar si mi amigo estaba en su casa.) Como era de esperar, Fred se había ausentado y fue su hijastra, una niña de ocho años que estaba sola en el piso, la que abrió la puerta. (En aquellos tiempos los niños de ocho años aún no estaban firmemente adoctrinados para que jamás abrieran la puerta a desconocidos).

Deben saber que, por lo general, trato mis manuscritos como si estuvieran tachonados de diamantes. Siempre que es posible los llevo personalmente a la editorial y los pongo directamente en manos responsables. Cuando la persona responsable ha salido de viaje, me veo obligado a mandar los manuscritos por correo, pero siempre telefoneo al cabo de un tiempo razonable para asegurarme de que han llegado. Aquella vez, no obstante, me importaba tan poco «Envejece conmigo» que di el manuscrito a la niña con aire indiferente, en la misma puerta y le ordené que se lo entregara a su padre.

Y más tarde, no sin cierto asombro por mi parte, Walter L. Bradbury, responsable editorial de Doubleday, dio su aprobación a la novela y me dijo que, si prolongaba el texto hasta 70.000 palabras aproximadamente, su editorial lo publicaría. Y lo que es más, me pagó 150 dólares sólo por hacer eso, prometiéndome otros 350 una vez estuviera completada la tarea. Posteriormente, como es lógico, el libro podría rendir derechos de autor. Quedé aturdido ante tanta esplendidez y la visión de un esplendor oriental en el futuro.

Tardé seis semanas y media en corregir y prolongar el texto, y terminé el 20 de mayo de 1949. Doubleday lo aceptó, aunque me rogó eligiera otro título. Yo estaba ansioso por anular el título anterior, que sólo podía asociar con desgracia y turbación, y sugerí el de «Un guijarro en el cielo».

«Un guijarro en el cielo» fue publicado el 19 de enero de 1950. Fue el primer libro de la serie que actualmente supera los 330, de ellos más de 100 editados por Doubleday.

Después de todo esto conservé una copia hecha con papel carbón del «Envejece conmigo» original el tiempo suficiente para poder entregarla, junto con otro material, a Howard Gotlieb de la Biblioteca de la Universidad de Boston. Como es lógico, yo tenía un montón de manuscritos antiguos en una caja que guardaba en el desván de mi casa de Newton y no inspeccioné con detalle los papeles, por lo que no supe que aquel manuscrito concreto iba incluido en el envío hasta que Charles Waugh me comunicó que lo había visto en el sótano de la biblioteca.

Aquí está ahora la novela, exactamente como fue concebida para Startling si se exceptúa la corrección de errores y otros desatinos secundarios.