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Había una polilla en la columna.

Al principio pensé que era una mancha, pero cuando me fijé, vi que cambiaba ligeramente de posición. Movió casi imperceptiblemente las alas cenicientas.

Después de que todo el mundo se fuera, la habitación parecía más oscura de lo normal. No era que la luz se hubiera hecho más débil. Parecía que me hubiese alejado enormemente de su foco.

Había muchas cosas desparramadas por el suelo. Esa bola de pelo enrollado debía ser de Moko. La envoltura de un pastel que Lilly había comprado, migas de pan, cortaduras de uñas rojas, negras y transparentes, pétalos de flores, kleenex sucios, ropa interior de mujer, sangre seca de Yoshiyama, medias, colillas aplastadas, cristales, trozos de papel de aluminio, un bote de mayonesa.

Fundas de discos, película, una caja de dulces en forma de estrella, un estuche de jeringuilla, un libro, una antología de poesía de Mallarmé que Kazuo había olvidado. En la contraportada del libro, aplasté el vientre, estriado de blanco y negro, de la polilla. Me pareció oír un grito muy débil, un sonido distinto al del líquido que brotó de su vientre despachurrado.