Puerto Limón, julio de 1963
Nils abandona la cala conocida como playa Bonita, a las afueras de Limón, cuando se termina el vino y la fiesta casi ha finalizado. Ha bebido dos botellas de vino tinto chileno durante la noche; sin embargo, no se siente lo bastante borracho para enfrentarse a lo que le espera.
Hoy no ha ido mucha gente a playa Bonita, y hace un buen rato que la mayoría ha regresado a casa.
Sólo quedan dos hombres. Están sentados como dos sombras en la arena, junto a una pequeña hoguera. Pasan un brazo por encima del hombro del otro mientras cantan en voz baja y ríen, ebrios. Una de las sombras es el hombre que Nils conoce como Fritiof Andersson, el otro es la víctima de ambos. Unas veces Nils piensa en él como el tipo de Småland, pero generalmente lo llama Borrachón.[2]
Borrachón piensa que Costa Rica es mucho mejor que Panamá, no comprende cómo no ha ido mucho antes. Y Limón es una ciudad maravillosa. En realidad, no desea volver a casa.
Nils le ha dicho que puede quedarse todo el tiempo que quiera.
Ha sido él quien ha traído a Borrachón de Panamá. Se ha encargado de disiparle un poco la niebla del alcohol, para que consiguiera un pasaporte provisional en la embajada de Ciudad de Panamá que reemplace el que se dejó a bordo de su último barco. Después ambos han tomado el tren hacia el norte, en dirección a San José. Nils le ha procurado una habitación en un hotel barato junto a la estación central, le ha dado a Borrachón algo de dinero para que compre vino y comida y después ha aguardado la llegada de Fritiof Andersson.
Borrachón se ha mostrado muy agradecido, agradecido hasta decir basta. Ha encontrado un nuevo amigo, alguien que le comprende. Alguien por quien dar la vida.
Nils ha asentido y sonreído a Borrachón, pero en su interior ha deseado todo el tiempo que Fritiof regresara tan pronto como fuera posible para ayudarle. «Aquí llega Fritiof Andersson…». Nils no desea trabar amistad con este sueco reprimido que se parece a él, sólo desea regresar a casa, a Öland. Fritiof le ha prometido ocuparse de eso, y todo lo que desea a cambio…
Hola, no tienes más que decirlo,
y nos vamos a casa…
«Lo que Fritiof quiere son las piedras preciosas escondidas».
Eso es lo que Nils sospecha. Siempre que Fritiof le visita, las saca a colación en varias ocasiones. Sabe lo que le sucedió a Nils en el lapiaz al acabar la guerra.
—¿Te dijeron esos alemanes de dónde venían? —le ha preguntado Fritiof—. ¿Es cierto que cuando llegaron a Öland tenían un botín de guerra? Y si lo tenían…, ¿dónde fue a parar? ¿Qué hiciste con él, Nils?
Son muchas las preguntas que formula, pero él sospecha que este hombre que se hace llamar Fritiof ya conoce la respuesta de la mayoría.
Las respuestas de Nils siempre son lacónicas, pero jamás ha revelado dónde esconde las piedras preciosas. Sea cual sea su valor, ese tesoro es suyo. Ha vivido tantos años sin dinero, que se lo merece.
Pronto, Borrachón comenzó a impacientarse en su cuartito de San José, pero Nils debía mantenerlo allí hasta que Fritiof llegara. Después de tres días todos los temas de conversación se habían agotado, y tras una semana sólo tenían el vino en común. Permanecían en silencio en la habitación del hotel, rodeados de botellas vacías. Fuera, el sol abrasaba la calle.
Por fin el avión de Fritiof aterrizó en el aeropuerto y éste apareció en el hotel con gafas de sol y la mejor de sus sonrisas. Borrachón se despertó de su embriaguez sin comprender realmente quién era ese sueco y qué quería, pero Fritiof encargó nuevas botellas de vino y la fiesta continuó. Fritiof cantaba y reía pero se mantuvo sobrio mientras estudiaba a Borrachón con su mirada incisiva.
Al día siguiente de la llegada de Fritiof, Nils viajó con antelación en tren a Limón. Regresó a su pequeño apartamento, pagó el último alquiler a la encargada, madame Mendoza, y se cortó el pelo al estilo de Borrachón. Después fue al bar del puerto y saludó con la cabeza a los pobres diablos que nunca abandonarían Limón. Bebió vino y procuró ser visto por las embarradas calles de la ciudad unas cuantas noches seguidas, visiblemente borracho.
—Epa —dijo. Dio las gracias a todos.
Y les contó a madame Mendoza y a varios camareros que pronto se iría de excursión al norte, por la costa, pasando por playa Bonita, pero que regresaría al cabo de pocos días, pues un amigo sueco iba a visitarlo.
—Epa —dijo simplemente—. Hasta pronto.[3]
El amanecer de su último día en Limón se levantó, dejó algo de dinero en el cajón de la cocina y la mayor parte de sus pertenencias, cogió un poco de ropa y comida, el monedero y la carta de Vera, y abandonó el apartamento. Pasó por el mercado, donde los viejos vendedores de pescado, ya en sus puestos, presenciaron en silencio el inicio de su vuelta a casa. Pasó de largo la estación de tren y abandonó la ciudad sin volver la vista atrás por el norte para encontrarse con Fritiof Andersson.
Esta vez no huye, sino que regresa a casa.
Por primera vez en casi veinte años, Nils vuelve a Öland.