Con fecha 21 de abril de 2000, el párroco de la iglesia del Corazón de Cristo, Sebastián Quiroz Mendoza, fue encontrado ya cadáver en las inmediaciones de su sótano, en circunstancias en que los vecinos solicitaron la intervención de las fuerzas policiales para garantizar el orden y la seguridad mientras el victimario disparaba al aire por las calles adyacentes al domicilio parroquial.
Según la reconstrucción practicada por el médico legista, el susodicho sacerdote fue primero amarrado de pies y manos y amordazado, lo cual es sugerido por los hematomas de sus articulaciones y comisuras labiales, para posteriormente proceder al desmembramiento en vida de su extremidad inferior izquierda. Asimismo, se le practicaron heridas de gravedad con ácido y se le perforó la tráquea y la laringe con instrumento punzocortante hasta dejarlo de cúbito dorsal en el interior del cubículo crematorio que se hallaba en su sótano.
Según la verificación practicada por las autoridades policiales, subsecuentemente el victimario procedió a abrir fuego contra las paredes y puertas del inmueble, después de lo cual huyó llevando la extremidad inferior cercenada y sus instrumentos de mutilación, en clara demostración de ausencia de facultades mentales en condición de sanidad. Los casquillos de bala encontrados en el lugar de los hechos corresponden a un arma de reglamento, lo cual sugiere que el victimario podría haber sido un terrorista con acceso a los almacenes militares o robado una pistola en condiciones de premeditación, alevosía y ventaja a algún miembro de las fuerzas tutelares del país.
Cabe señalar, asimismo, que las heridas practicadas en el susodicho sacerdote Sebastián Quiroz Mendoza no podrían haber sido perpetradas por una persona mayor de cuarenta años, debido a que requieren una fuerza física considerable, ni por un funcionario, por ejemplo, o persona que laborase o desarrollase sus respectivas funciones en una oficina, probado el hecho de la necesidad de entrenamiento en operaciones policiales o subversivas que el victimario demuestra en sus acciones.
Más aún, el firmante, que en el momento del siniestro se encontraba durmiendo en su respectivo domicilio, sugiere basado en su experiencia criminalística que el crimen tendría que haber sido cometido por elementos vandálicos o grupos especialmente dedicados a la perpetración de homicidios con fines de hurto o robo.