NORMAS DEL PERFECTO INVITADO

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CUANDO APAREZCA en la mesa un plato notoriamente inferior a todos los otros, elógiese sin reservas. Indudablemente, ese plato es obra de la dueña de casa.

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NO SE LLEVE usted nunca, durante la comida, el cuchillo a la boca y reserve para mejor ocasión sus habilidades de tragasables.

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NO DIGA USTED JAMÁS: «¡Qué sopa tan rica! Es la mejor sopa que he oído en mi vida», aludiendo de este modo faccioso al ruido con que la toma su vecino de mesa. Tampoco debe usted, en ningún caso, colaborar con el vecino y tomar parte en el concierto.

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EN EL RESTAURANTE tenga usted siempre un rasgo compensador. Lance generosamente un duro sobre la bandeja del guardarropa y no retire nunca más de cinco pesetas.

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SI LA ESPOSA DEL ANFITRIÓN le da a usted a elegir entre el muslo y la pechuga de un pollo, puede usted, según su confianza en la casa, interpretar el tema alegóricamente; pero guárdese muy bien de hacerle cumplidos a ninguna señora, derivándolos de una lengua de vaca, unas manos de ternera, unos pies de cerdo o una cabeza de jabalí. Todos cuantos lo han intentado fracasaron lamentablemente.

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NO LIMPIE USTED NUNCA con la servilleta los platos ni los tenedores en un domicilio particular. Ese ejercicio, con el que algunos invitados pretenden demostrar sus hábitos de limpieza, suele producirles —ignoramos por qué— muy mal efecto a las dueñas de casa.

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EL AGUA DEL AGUAMANIL, con su rajita flotante de limón, es para limpiarse los dedos. No vaya usted a confundirla con una taza de té a la rusa y se crea obligado a tomarla por cortesía.

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CUIDE USTED BIEN a su vecina de mesa, y si le falta pan o vino, pásele el vino o el pan de su vecino a quien no puede usted por menos de suponer un hombre galante.

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CUANDO EN EL RESTAURANTE le pase a usted el anfitrión la lista de vinos con el designio evidente de que elija usted el más barato, elija usted el más caro. Así los anfitriones irán aprendiendo a elegir por sí mismos unos vinos pasables.

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NO DEJE USTED NUNCA de «sopear» por un falso concepto de la corrección. Lo incorrecto es devolver a la cocina, sin casi haberla probado, alguna de esas salsas preciosas que honran a una casa.

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CONSIDERE USTED, sin embargo, que el barniz de los platos no forma nunca parte de las salsas, y renuncie a él.

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TENGA USTED SIEMPRE un régimen alimenticio, un régimen contra la obesidad, contra la arterioesclerosis o contra cualquier otra cosa, y cuando le den a usted una mala comida, apóyese en el régimen. Es la mejor política.

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CUANDO, EN CAMBIO, le ofrezcan a usted una comida excelente, mande el régimen a paseo. Lo mejor de cualquier régimen es el placer de quebrantarlo.

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NO IMITE USTED a aquel pundonoroso general que interrogado por una señorita sobre la cantidad de azúcar que necesitaba para su café y habiendo respondido que cuando el café era bueno él lo tomaba siempre sin azúcar ninguna, probó un sorbito y añadió: —¿Sería usted tan amable que me echase unos seis o siete terrones?

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SI NO SABE USTED pelar las frutas de un modo elegante, agárrese a la teoría de la vitaminas y renuncie a pelarlas.

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CUANDO QUIERA USTED que vuelvan a invitarle en una casa por la abundancia de comida que haya encontrado en ella, diga usted al despedirse:

—No se puede volver por aquí. Le atiborran ustedes a uno demasiado…

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