Vi el resto de la obra entre bambalinas, junto a Davenport. Justin estuvo increíble. Y Via, en esa última escena desgarradora, estuvo alucinante. Hubo una frase en la que se lió un poco, pero Justin le echó un cable y nadie del público se dio cuenta. Oía a Davenport farfullar: «Bien, bien, bien». Estaba más nervioso que todos los alumnos juntos: los actores, los decoradores, el equipo de iluminación y el que subía y bajaba el telón. La verdad es que Davenport tenía los nervios destrozados.
El único momento en que me arrepentí un poco, si es que a eso se le puede llamar arrepentirse, fue al final de la obra, cuando todos salieron a saludar. Via y Justin fueron los últimos actores que salieron al escenario y todo el público se puso en pie cuando hicieron la reverencia. Reconozco que ese momento fue un poco agridulce. Pero unos minutos después vi a Nate, a Isabel y a Auggie detrás del escenario y parecían muy contentos. Todos estaban felicitando a los actores y dándoles palmaditas en la espalda. Era el típico caos que se da entre bambalinas cuando los actores, sudorosos, están eufóricos mientras la gente acude a adorarlos durante unos segundos. Entre tanta gente, vi que Auggie estaba un poco perdido. Fui hacia donde estaba tan rápido como pude y aparecí detrás de él.
—¡Hola, Comandante Tom! —dije.