Una de las cosas que más echo de menos de ser amiga de Via es su familia. Quería mucho a sus padres. Siempre fueron muy simpáticos y acogedores conmigo. Sabía que querían a sus hijos más que nada en el mundo. Siempre me sentí segura con ellos: más segura que en ninguna otra parte de mi mundo. Qué patético, sentirme más segura en casa de otra persona que en la mía propia, ¿eh? Y, claro está, quería a Auggie. A mí nunca me dio miedo, ni siquiera cuando era pequeña. Tenía amigas que no se podían creer que fuera a casa de Via. «Su cara me da miedo», decían. «Tú eres tonta», contestaba yo. La cara de Auggie no es tan desagradable cuando te acostumbras.
Un día llamé a casa de Via solo para saludar a Auggie. Puede que una parte de mí estuviese deseando que contestase Via, no sé.
—¡Hola, Comandante Tom! —dije, usando el apodo con el que siempre le llamaba.
—¡Miranda! —Parecía tan contento de oír mi voz que me desconcertó un poco—. ¡Ahora voy a un colegio normal! —me dijo emocionado.
—¿De verdad? ¡Qué bien! —contesté, totalmente impresionada. Nunca pensé que acabaría yendo a un colegio normal. Sus padres siempre lo habían protegido mucho. Pensaba que siempre sería aquel niño con el casco de astronauta que le había regalado. Al hablar con él me di cuenta de que no tenía ni idea de que Via y yo ya no éramos tan buenas amigas.
—En el instituto es distinto —le expliqué—. Acabas relacionándote con un montón de gente diferente.
—En mi nuevo colegio tengo algunos amigos —me contó—. Un chico que se llama Jack y una chica que se llama Summer.
—¡Uau, es genial!, Auggie —dije—. Bueno, solo llamaba para decirte que te echo de menos y para desearte un feliz Año Nuevo. Llámame siempre que te apetezca, ¿vale, Auggie? Ya sabes que siempre te querré.
—¡Y yo a ti, Miranda!
—Saluda a Via de mi parte. Dile que la echo de menos.
—Se lo diré. ¡Adiós!
—¡Adiós!