Me desperté un rato después y aún era de noche. Me levanté y fui a la habitación de mis padres.
—¿Mamá? —susurré. Estaba totalmente a oscuras, así que no veía si abría los ojos—. ¿Mamá?
—¿Estás bien, cielo? —preguntó medio dormida.
—¿Puedo dormir con vosotros?
Mamá se echó hacia el lado de papá y yo me acurruqué a su lado. Me dio un beso en el pelo.
—¿Cómo tienes la mano? Via me ha dicho que Daisy te ha mordido.
—Solo ha sido un pellizco —me susurró al oído.
—Mamá… —Me eché a llorar—. Siento mucho lo que he dicho.
—Chist… No hay nada que sentir —dijo con una voz tan baja que apenas la oí. Estaba acariciándome la cara con su mejilla.
—¿Via se avergüenza de mí? —pregunté.
—No, cielo, no. Ya sabes que no. Solamente le está costando acostumbrarse al instituto. No es fácil.
—Ya lo sé.
—Ya sé que lo sabes.
—Siento mucho haberte llamado mentirosa.
—Duérmete, cariño. Te quiero mucho.
—Y yo a ti, mamá.
—Buenas noches, cielo —me susurró.
—Mamá, ¿ahora Daisy está con la abuela?
—Supongo.
—¿Están en cielo?
—Sí.
—Cuando va al cielo, ¿la gente tiene la misma pinta que aquí?
—No lo sé. No creo.
—Entonces, ¿cómo se reconocen?
—No lo sé, cariño. —Parecía cansada—. Lo sienten y ya está. ¿A que tú no necesitas los ojos para ver? Lo sientes por dentro. Así es el cielo. Todo es amor y nadie olvida a sus seres queridos.
Me dio otro beso.
—Y ahora duérmete, cariño. Es muy tarde y estoy muy cansada.
Pero no pude dormirme ni siquiera cuando noté que mamá ya se había dormido. También oía a papá mientras dormía, y me imaginé que podía oír a Via mientras dormía al otro lado del pasillo, en su habitación. Me pregunté si Daisy estaría durmiendo en el cielo en esos momentos. Y si estaba durmiendo, ¿estaría soñando conmigo? Me pregunté cómo sería estar en el cielo algún día sin que mi cara le importase a nadie. Igual que nunca le importó a Daisy.