¿por qué no me contaste que miranda navas y tú erais amigas?, le pregunto a olivia al día siguiente. estoy enfadado con ella por no habérmelo contado.
no es para tanto, contesta a la defensiva, mirándome como si fuese un bicho raro.
pues claro que es para tanto. seguro que le parecí idiota. ¿cómo has podido no contármelo? siempre te has comportado como si no la conocieses.
no la conozco, se apresura a contestar. no sé quién es esa animadora de pelo rosa. la chica a la que conocía era una boba que coleccionaba muñecas.
anda ya, olivia.
¿cómo que anda ya?
podrías habérmelo dicho en algún momento, digo en voz baja, haciendo como que no veo el lagrimón que de pronto le corre por la mejilla.
se encoge de hombros e intenta no llorar más.
no pasa nada, no estoy enfadado, digo, pensando que las lágrimas son por mí.
sinceramente, me da igual que estés enfadado, dice despechada.
ah, genial, replico.
no dice nada. está a punto de echarse a llorar.
¿qué pasa, olivia?, pregunto.
niega con la cabeza, como si no quisiera hablar del tema, pero de repente se echa a llorar a lo bestia.
lo siento, no es por ti, justin. no lloro por ti, dice por fin gimoteando.
¿y por qué lloras?
porque soy mala persona.
pero ¿qué dices?
se limpia las lágrimas con la palma de la mano sin mirarme.
no les he contado a mis padres lo de la obra, se apresura a decir.
niego con la cabeza porque no entiendo lo que intenta decirme.
no pasa nada, digo. aún no es demasiado tarde, aún quedan entradas…
no quiero que vayan a la obra, justin, me interrumpe impaciente. ¿es que no entiendes lo que digo? ¡no quiero que vayan! si van, llevarán a auggie, y no me apetece…
vuelve a echarse a llorar y no puede acabar la frase. le paso el brazo por encima de los hombros.
¡soy mala persona!, dice sin dejar de llorar.
no eres mala persona, le susurro.
¡claro que sí!, dice entre sollozos. ha sido estupendo estar en un instituto donde nadie lo conoce. nadie cuchichea a mis espaldas. ha sido estupendo, justin. pero, si va a la obra, todo el mundo hablará de él, todos lo sabrán… no sé por qué me siento así… te juro que nunca antes me había avergonzado de él.
ya lo sé, ya lo sé, digo, tranquilizándola. tienes todo el derecho, olivia. durante toda tu vida has tenido que soportar muchas cosas.
a veces olivia me recuerda a un pájaro, a cómo se le erizan las plumas cuando se enfada. y cuando se vuelve frágil, como ahora, parece un pajarito perdido buscando su nido.
por eso le presto mi ala para que se esconda debajo.