La parada del autobús

la madre de olivia, auggie, jack y daisy bajan por la escalera de la entrada justo cuando estoy despidiéndome de olivia. es una situación un poco incómoda, ya que estamos en mitad de un largo y bonito beso.

hola, chicos, dice su madre, haciendo como que no ha visto nada, pero a los dos niños les entra la risa tonta.

hola, señora pullman.

por favor, llámame isabel, justin, repite. es la tercera vez que me lo dice, así que más me vale llamarla así.

me voy a casa, digo, como justificándome.

ah, ¿vas hacia el metro?, pregunta, siguiendo a la perra con un periódico. ¿puedes acompañar a jack a la parada del autobús?

claro.

¿te parece bien, jack?, le pregunta la madre, y él se encoge de hombros. justin, ¿puedes quedarte con él hasta que llegue el autobús?

¡pues claro!

todos nos despedimos. olivia me guiña un ojo.

no hace falta que te quedes, dice jack mientras caminamos. yo siempre cojo el autobús solo. la madre de auggie es demasiado sobreprotectora.

tiene una voz grave y áspera, como si fuera un pequeño tipo duro. se parece a uno de esos golfillos de las películas en blanco y negro. no desentonaría con una gorra de repartidor de periódicos y unos pantalones bombachos.

llegamos a la parada del autobús y en el horario pone que el siguiente autobús llegará dentro de ocho minutos.

esperaré contigo, le digo.

como quieras, dice encogiéndose de hombros. ¿me dejas un dólar?, quiero comprar chicle.

saco un dólar del bolsillo y lo veo cruzar la calle hasta la tienda de comestibles de la esquina. no sé por qué, pero parece demasiado pequeño para ir por ahí él solo. luego caigo en la cuenta de que cuando yo era así de pequeño cogía el metro solo. demasiado pequeño. algún día voy a ser un padre sobreprotector, lo sé. mis hijos sabrán que me preocupo por ellos.

cuando llevo un par de minutos esperando veo a tres niños caminando por la acera desde la otra dirección. pasan por delante de la tienda, pero uno de ellos mira dentro y les da un codazo a los otros dos, y todos vuelven y miran dentro. se nota que están tramando algo, dándose codazos y riéndose. uno de ellos es de alto como jack, pero los otros dos parecen mucho más altos, como si fuesen adolescentes. se esconden detrás del puesto de fruta, en la puerta de la tienda, y cuando jack sale, lo siguen y hacen ruidos como de vomitar. jack se da la vuelta al llegar a la esquina para ver quiénes son y los chicos salen corriendo, chocando esos cinco y riéndose. imbéciles.

jack cruza la calle como si no hubiera pasado nada y se queda plantado a mi lado en la parada del autobús haciendo un globo de chicle.

¿amigos tuyos?, pregunto por fin.

ja, dice. intenta sonreír, pero veo que está molesto.

unos imbéciles de mi colegio, dice. un chaval que se llama julian y sus dos gorilas, henry y miles.

¿te molestan mucho?

no, nunca lo habían hecho. en el colegio no lo hacen porque los expulsarían. julian vive a dos manzanas de aquí, ha sido mala suerte encontrarme con él.

ah, vale, digo.

no es para tanto, me asegura.

los dos miramos automáticamente hacia la avenida amesfort para ver si llega el autobús.

estamos en una especie de guerra, dice pasado un minuto, como si eso lo explicase todo. Luego se saca un trozo de papel arrugado del bolsillo de los vaqueros y me lo da. lo abro y veo una lista de nombres en tres columnas. ha vuelto en mi contra a todo el curso, dice jack.

a todo el curso, no, señalo, mirando la lista.

me deja notas en mi taquilla que dicen cosas como «todos te odian».

deberías contárselo a tu profesor.

jack me mira como si fuese idiota y niega con la cabeza.

bueno, todos estos son neutrales, digo, señalando la lista. si los convences para que se pasen a tu bando, las cosas se equilibrarán un poco.

sí, ya, como si eso fuera a suceder, dice sarcásticamente.

¿y por qué no?

vuelve a mirarme como si yo fuera el tío más estúpido con el que ha hablado en su vida.

¿qué?, pregunto.

niega con la cabeza como si yo no tuviese remedio.

digamos que soy amigo de alguien que no es precisamente el chaval más popular del colegio.

entonces entiendo qué es lo que no quiere decir abiertamente: august. todo esto es porque es amigo de august. y no quiere contármelo porque soy el novio de su hermana. claro, tiene sentido.

vemos el autobús que se acerca por la avenida amesfort.

tienes que aguantar, le digo, devolviéndole el papel. la secundaria es muy dura, pero luego la cosa mejora. todo se arreglará.

se encoge de hombros y se guarda la lista en el bolsillo.

nos despedimos cuando se sube en el autobús y lo veo marcharse.

cuando llego a la estación de metro, a dos manzanas de allí, veo a los tres chicos en la puerta de la panadería. siguen riéndose y fingiendo que vomitan, como si fueran unos pandilleros, niños ricos con pantalones de pitillo caros haciéndose los duros.

no sé qué me da, pero me quito las gafas, me las guardo en el bolsillo y me meto bajo el brazo el estuche del violín para que la punta quede hacia arriba. me acerco a ellos con el ceño fruncido y cara de malo. cuando me ven, las risas se les hielan en los labios y los cucuruchos de helado se les tuercen en las manos.

escuchad. no os metáis con jack, digo muy lentamente, apretando los dientes, con un tono de voz de tío duro, a lo clint eastwood. si os volvéis a meter con él, lo lamentaréis. y luego le doy una palmadita al estuche del violín para impresionarlos.

¿entendido?

los tres lo confirman a la vez, con el helado chorreándoles por las manos.

bien. asiento con la cabeza, haciéndome el misterioso, y me pongo a bajar los escalones del metro de dos en dos.