reconozco que la primera vez que he visto al hermano pequeño de olivia me he quedado muy sorprendido.
no debería haberme sorprendido, claro. olivia me había hablado de su «síndrome». hasta me había descrito cómo era físicamente. pero también me había hablado de todas las operaciones a las que se había sometido a lo largo de los años, así que yo daba por hecho que ya parecería algo más normal. por ejemplo, cuando nace un niño con el paladar hendido y le hacen una operación de cirugía plástica para arreglarlo, a veces no se nota la diferencia, salvo la pequeña cicatriz sobre el labio. supongo que pensaba que su hermano tendría alguna cicatriz por aquí y por allá, pero no esto. desde luego que no me esperaba ver al chaval con gorra que ahora mismo está sentado delante de mí.
en realidad hay dos chavales sentados delante de mí: uno es un chaval completamente normal con el pelo rubio y rizado que se llama jack; el otro es auggie.
me gusta pensar que soy capaz de ocultar mi sorpresa. eso espero. la sorpresa es uno de esos sentimientos que pueden resultar muy difíciles de ocultar, tanto si intentas parecer sorprendido cuando no lo estás como si intentas no parecer sorprendido cuando sí lo estás.
le estrecho la mano. se la estrecho también al otro chaval. no quiero concentrarme en su cara.
mola tu habitación, digo.
¿eres el novio de via?, pregunta. creo que está sonriendo.
olivia le baja la visera de la gorra.
¿es una metralleta?, pregunta el chaval rubio, como si no me lo hubiesen dicho nunca. hablamos un poco de zydeco y luego via me da la mano y me saca de la habitación. en cuanto cerramos la puerta, oímos que se echan a reír.
¡soy de brooklyn!, canta uno de los dos.
olivia pone los ojos en blanco y sonríe.
vamos a mi habitación, dice.
llevamos dos meses saliendo. en cuanto la vi, en cuanto se sentó a nuestra mesa en la cafetería, supe que me gustaba. no podía dejar de mirarla. es increíblemente guapa. tiene la piel color aceituna y los ojos más azules que he visto en mi vida. al principio se comportaba como si solo quisiera que fuéramos amigos. creo que ella da esa impresión aunque no quiera. no te acerques. ni te molestes. no coquetea como otras chicas. te mira a los ojos cuando te habla, como si te estuviese desafiando. yo también la miraba a los ojos, como si yo también la estuviese desafiando. y entonces le pedí para salir y me dijo que sí. guay.
es una chica increíble y me encanta salir con ella.
no me habló de august hasta nuestra tercera cita. creo que usó la expresión «anormalidad craneofacial» para describir su cara. o a lo mejor fue «anomalía craneofacial». sé que la palabra que no usó fue «deforme», porque no se me habría olvidado.
¿qué te parece?, me pregunta nerviosa en cuanto entramos en su habitación. ¿estás impresionado?
no, miento.
sonríe y mira para otro lado.
estás impresionado.
no, le aseguro. es tal como decías que era.
hace un gesto afirmativo y se deja caer en la cama. qué tierno, aún tiene un montón de animales de peluche sobre la cama. coge uno de ellos, un oso polar, y sin pensar se lo pone sobre el regazo.
me siento en la silla de ruedas que hay junto a su mesa. su habitación está impecable.
cuando era pequeña, dice, había un montón de niñas que venían a jugar a casa, pero no volvían una segunda vez. un montón, te lo digo en serio. si hasta tenía amigas que no venían a mis fiestas de cumpleaños porque iba a estar él. nunca me lo decían así, pero al final me enteraba. hay gente que no sabe qué hacer con auggie, ¿sabes?
asiento.
a lo mejor ni siquiera sabían que estaban siendo crueles, añade. tenían miedo, y ya está. a ver, hay que reconocer que su cara da un poco de miedo, ¿no?
supongo, contesto.
pero ¿tienes algún problema con él?, me pregunta con dulzura. ¿no estás alucinado ni asustado?
no estoy ni alucinado ni asustado, contesto sonriendo.
olivia asiente y mira el oso polar que tiene en el regazo. no sé si me cree o no, pero da un beso en la nariz al oso polar y me lo lanza mientras sonríe. creo que eso significa que me cree. o al menos que quiere creerme.