Cambio de mesas

El día siguiente a la hora de comer, tonto de mí, me senté en una mesa con Tristan, Nino y Pablo. Pensé que a lo mejor con ellos estaría a salvo porque nadie los consideraba populares, aunque tampoco se pasaban el recreo jugando a Dungeons & Dragons. Estaban a mitad de camino. Al principio creí que había triunfado, porque fueron lo bastante amables para hacerme ver que me habían visto llegar a su mesa. Todos me saludaron, aunque noté que se miraron los unos a los otros. Pero luego sucedió lo mismo que el día anterior: llamaron a nuestra mesa, pillaron la comida y se fueron a otra mesa en la otra punta de la cafetería.

Por desgracia, la señora G, que era la encargada del comedor ese día, vio lo que pasaba y los persiguió.

—¡Eso no está permitido, chicos! —les reprendió en voz alta—. En este colegio no puede hacerse eso. Volved a vuestra mesa.

Genial, como si eso fuese a ayudarme. Antes de que pudiese obligarlos a sentarse de nuevo a la mesa, me levanté con mi bandeja y me alejé de allí a toda prisa. Oí que la señora G me llamaba, pero hice como que no la oía y seguí andando hasta llegar a la otra punta de la cafetería, al otro lado de la barra.

—Siéntate con nosotros, Jack.

Era Summer. August y ella estaban sentados a su mesa y los dos me estaban haciendo señales con la mano para que me acercase.