Felicitaciones navideñas

Curiosamente, cuando volvimos a casa y mamá recogió el correo, encontramos felicitaciones navideñas de la familia de Julian y de la de August. La tarjeta de la familia de Julian era una foto de Julian con corbata, como si estuviera a punto de ir a la ópera, o yo qué sé. La de la familia de August era una foto de un simpático perro con cuernos de reno, una nariz roja y unos patucos rojos. Había un bocadillo de texto sobre la cabeza del animal donde ponía: «¡Jo, jo, jo!». En la otra cara de la tarjeta ponía:

Para la familia Will,

paz en la Tierra.

Un abrazo de Nate, Isabel, Olivia, August (y Daisy)

—Qué tarjeta tan mona, ¿eh? —le dije a mamá, que apenas me había dirigido la palabra hasta llegar a casa. Creo que no sabía qué decir—. Este debe de ser su perro.

—¿Quieres contarme qué se te pasa ahora mismo por la cabeza, Jack? —me dijo muy seria.

—Seguro que ponen una foto del perro en la tarjeta todos los años —contesté.

Me quitó la tarjeta de las manos y miró la foto detenidamente. Luego arqueó las cejas, se encogió de hombros y me devolvió la tarjeta.

—Somos muy afortunados, Jack. Hay muchas cosas que no valoramos…

—Lo sé —contesté. Sabía de qué estaba hablando aunque no lo dijese—. He oído que la madre de Julian retocó la cara de August con Photoshop cuando recibió la foto de la clase. Les hizo copias a un par de madres.

—Eso es horrible —dijo mamá—. ¡Cómo es la gente! A veces… no están a la altura.

—Lo sé.

—¿Por eso le has pegado a Julian?

—No.

Y entonces le conté por qué le había pegado a Julian. Y le conté que ahora August ya no era amigo mío. Y le conté lo que había pasado en Halloween.