Compañeros

No oí ni una sola palabra de lo que dijo después la señora Rubin. Bla, bla, bla. Trabajo para la exposición de ciencias. Bla, bla, bla. Compañeros. Bla, bla. Se parecía a cómo hablaban los adultos en las películas de Charlie Brown. Como si alguien estuviera hablando debajo del agua. «Muah muah muahhh, muah muahhh».

Entonces, de repente, la señora Rubin empezó a señalar a varios alumnos por toda la clase.

—Reid y Tristan, Maya y Max, Charlotte y Ximena, August y Jack —dijo señalándonos—. Miles y Amos, Julian y Henry, Savanna y… —El resto ya no lo oí.

—¿Cómo? —pregunté.

Sonó el timbre.

—¡No olvidéis reuniros con vuestros compañeros para elegir un trabajo de la lista, chicos! —dijo la señora Rubin cuando todos empezaban a marcharse. Levanté la vista para mirar a August, pero ya se había puesto la mochila y estaba prácticamente en la puerta.

Se me debió de quedar cara de tonto, porque Julian se me acercó.

—Parece que a tu amiguito y a ti os ha tocado juntos —dijo con una sonrisita. En ese momento lo odié a muerte—. ¿Hola? Tierra a Jack Will —añadió cuando vio que no le contestaba.

—Cállate, Julian. —Estaba metiendo mi carpeta de anillas en la mochila y no quería que se me acercase.

—Debe de ser un rollo que te hayan puesto con él —dijo—. Deberías decirle a la señora Rubin que quieres cambiar de compañero. Seguro que te deja.

—Seguro que no —contesté.

—Pregúntaselo.

—No quiero.

—¿Señora Rubin? —dijo Julian, girándose y levantando la mano al mismo tiempo.

La señora Rubin estaba borrando la pizarra y se dio media vuelta al oír su nombre.

—¡No, Julian! —susurré.

—¿Qué pasa, chicos? —preguntó impaciente.

—¿Podemos cambiar de compañero? —dijo Julian, haciéndose el inocente—. Jack y yo tenemos una idea para el trabajo de la exposición de ciencias que nos gustaría hacer juntos…

—Bueno, supongo que podríamos arreglarlo… —comenzó a decir.

—No, no pasa nada, señora Rubin —dije rápidamente, echando a andar hacia la puerta—. ¡Adiós!

Julian salió corriendo detrás de mí.

—¿Por qué has hecho eso? —preguntó cuando me alcanzó en las escaleras—. Podríamos haber hecho el trabajo juntos. No tienes por qué ser amigo del monstruo si no quieres…

Y entonces le di un puñetazo. En toda la boca.