Habría estado más nervioso si hubiese sabido que, además de al señor Traseronian, también iba a conocer a algunos chicos del nuevo colegio. Pero, como no lo sabía, no podía evitar que me entrase la risa tonta al acordarme de todas las bromas que había hecho papá con el apellido del señor Traseronian. Por eso, cuando mamá y yo llegamos al colegio de secundaria Beecher unas cuantas semanas antes del comienzo del curso y vi al señor Traseronian allí plantado, esperándonos en la entrada, me entró la risa tonta. No se parecía en nada a como me lo había imaginado. Pensaba que tendría un culo enorme, pero no. De hecho, era un tipo bastante normal. Alto, delgado, mayor, pero no viejo. Parecía simpático. Primero le dio la mano a mamá.
—Hola, señor Traseronian. Me alegro de volver a verle —dijo mamá—. Le presento a mi hijo August.
El señor Traseronian me miró sonriente y asintió con la cabeza. Me ofreció la mano para que se la estrechase.
—Hola, August —dijo en un tono de lo más normal—. Encantado de conocerte.
—Hola —farfullé, dándole la mano mientras le miraba los pies. Llevaba unas Adidas rojas.
—Bueno… —dijo, arrodillándose delante de mí para que no pudiese mirarle a las zapatillas y tuviese que mirarlo a la cara—. Tus padres me han hablado mucho de ti.
—¿Y qué le han contado? —pregunté.
—¿Cómo dices?
—Cielo, tienes que hablar más alto —dijo mamá.
—¿Qué le han contado? —pregunté, intentando no hablar entre dientes. Reconozco que tengo la mala costumbre de hablar entre dientes.
—Pues que te gusta leer —me contestó el señor Traseronian—. Y que eres un gran artista. —Tenía los ojos azules y las pestañas blancas—. Y que te gustan las ciencias, ¿no?
—Ajá —respondí.
—Tenemos un par de optativas de ciencias en Beecher —dijo—. A lo mejor te apetece coger una.
—Ajá —contesté, aunque no tenía ni idea de qué era una optativa.
—¿Estás listo para visitar el centro?
—¿Ahora? —dije.
—¿Pensabas que íbamos a ir al cine? —preguntó sonriente mientras se levantaba.
—No me habías dicho que íbamos a visitar el colegio —le dije a mamá en tono acusatorio.
—Auggie… —comenzó a decir.
—Todo irá bien, August —dijo el señor Traseronian, tendiéndome la mano—. Te lo prometo.
Creo que quería que le diese la mano, pero preferí dársela a mamá. Él me sonrió y echó a andar hacia la entrada.
Mamá me dio un apretón en la mano, aunque no sé si era un apretón de «Te quiero» o un apretón de «Lo siento». Seguramente una mezcla de las dos cosas.
El único colegio que había visto en mi vida era el de Via, cuando iba con mamá y papá a verle cantar en los conciertos de primavera y cosas así. Aquel colegio era muy diferente. Era más pequeño y olía a hospital.