Reconozco que cuesta un poco acostumbrarse a la cara de August. Yo llevo dos semanas sentándome con él y digamos que no es la persona más limpia comiendo. Pero, aparte de eso, es bastante majo. También debería decir que ya no me da pena. Es verdad que la pena fue lo que me hizo sentarme con él el primer día, pero ahora ya no me siento con él por eso. Ahora me siento con él porque me parece divertido.
Una de las cosas que no me están gustando este curso es que muchos niños se comportan como si fueran demasiado mayores para jugar. Lo único que quieren hacer es «quedar» y «hablar» en el recreo. Y de lo único que hablan es de a quién le gusta quién y de quién es guapo y quién no. A August no le van esas cosas. Le gusta jugar a los cuatro cuadrados en el recreo, y a mí también.
Fue jugando a los cuatro cuadrados con August cuando me enteré de lo de la Peste. Al parecer, están jugando desde comienzos de curso. Cualquiera que toque a August sin querer tiene treinta segundos para lavarse las manos o para encontrar desinfectante de manos si no quiere pillar la Peste. No estoy segura de qué te pasa si pillas la Peste porque, de momento, nadie ha tocado a August… al menos, no directamente.
Me enteré porque Maya Markowitz me dijo que si no jugaba a los cuatro cuadrados con nosotros en el recreo es porque no quería pillar la Peste. «¿Qué es la Peste?», le pregunté, y ella me lo contó. Le dije a Maya que me parecía una tontería, y me dio la razón, pero, si podía evitarlo, prefería no tocar una pelota que acabase de tocar August.