Después de clase

—Me han dicho que hoy vamos a llevarte a casa en coche —dijo Miranda en octava clase.

Acababa de sentarse a la mesa justo detrás de mí. Se me había olvidado que mamá había llamado a la madre de Miranda la noche anterior para preguntarle si podía recogerme y llevarme a casa.

—No hace falta —contesté instintivamente, como si tal cosa—. Mi madre puede recogerme.

—Pensaba que tenía que recoger a Auggie.

—Al final resulta que puede recogerme después. Acaba de enviarme un mensaje. No pasa nada.

—Ah. Vale.

—Gracias.

Era mentira, pero no me veía sentada en un coche con la nueva Miranda. Al acabar las clases me colé en los servicios para evitar tropezarme con la madre de Miranda en la calle. Media hora después salí del instituto, recorrí a toda prisa las tres manzanas que lo separan de la parada del autobús, fui en el M86 hasta Central Park West y cogí el metro hasta casa.

—¡Hola, cielo! —dijo mamá en cuanto entré por la puerta—. ¿Cómo te ha ido tu primer día? Empezaba a preguntarme dónde estaríais.

—Hemos parado a comer una pizza. —Es increíble la facilidad con que una mentira se te puede escapar de entre los labios.

—¿Miranda no está contigo? —Parecía sorprendida al no ver a Miranda detrás de mí.

—Se ha ido directa a casa. Tenemos muchos deberes.

—¿El primer día?

—¡Sí, el primer día! —grité, y eso sorprendió a mamá por completo. Pero antes de que pudiera responderme, añadí—: Me ha ido bien en el instituto. Eso sí, aquello es inmenso. Los alumnos parecen majos. —Quería darle la suficiente información para que no sintiese la necesidad de preguntarme nada más—. ¿Cómo le ha ido a Auggie en su primer día de clase?

Mamá vaciló; aún tenía las cejas levantadas de sorpresa por cómo le había hablado unos segundos antes.

—Bueno… —dijo muy despacio, como si estuviese dejando escapar un suspiro.

—¿Qué quieres decir con «bueno»? ¿Le ha ido bien o le ha ido mal?

—Él ha dicho que bien.

—¿Y por qué piensas que no le ha ido bien?

—¡No he dicho que no le haya ido bien! Caray, Via, ¿qué te pasa?

—Olvídalo. No te he preguntado nada —contesté.

Irrumpí dramáticamente en la habitación de Auggie y di un portazo. Estaba jugando con su PlayStation y ni siquiera levantó la vista. No soportaba ver lo enganchado que estaba a los videojuegos: parecía un zombi.

—¿Qué tal te ha ido en el colegio? —pregunté, apartando a Daisy para poder sentarme en la cama junto a él.

—Bien —contestó, sin apartar la vista del juego.

—¡Auggie, te estoy hablando a ti! —Le quité la PlayStation de las manos.

—¡Eh! —exclamó enfadado.

—¿Qué tal te ha ido en el colegio?

—¡Ya te he dicho que bien! —gritó, quitándome la PlayStation.

—¿Se han portado bien contigo?

—¡Sí!

—¿Nadie se ha portado mal?

Soltó la PlayStation y me miró como si acabase de hacerle la pregunta más tonta del mundo.

—¿Por qué iban a portarse mal? —dijo.

Era la primera vez en toda su vida que le oía hacer un comentario sarcástico. Pensaba que no era capaz.