August es el Sol. Mamá, papá y yo somos planetas que orbitamos alrededor del Sol. El resto de nuestra familia y amigos son asteroides y cometas que flotan alrededor de los planetas que orbitan alrededor del Sol. El único cuerpo celeste que no orbita alrededor del Sol August es la perra Daisy, y eso se debe únicamente a que, para sus diminutos ojos perrunos, la cara de August no se diferencia gran cosa de la de cualquier otro ser humano. Para Daisy, todas nuestras caras son parecidas, tan planas y pálidas como la luna.
Estoy acostumbrada al funcionamiento de este universo. Nunca me ha importado porque es lo único que he conocido. Siempre he entendido que August es especial y que tiene necesidades especiales. Si estaba tocando demasiado fuerte y él estaba intentando dormir la siesta, sabía que tenía que tocar otra cosa porque él necesitaba descansar después de algún tratamiento que lo había dejado débil y dolorido. Si quería que mamá y papá me viesen jugar al fútbol, sabía que nueve de cada diez veces se lo iban a perder porque estaban ocupados llevando a August a logopedia, o a fisioterapia, o a algún nuevo especialista, o a una operación.
Mamá y papá siempre decían que era la niña más comprensiva del mundo. No lo sé. Lo que sí sé es que no servía de nada quejarse. He visto a August después de sus operaciones, con su carita vendada e hinchada y su cuerpecito conectado a goteros y tubos para mantenerlo con vida. Después de haber visto a alguien pasar por todo eso, parece una locura quejarse por no haber tenido el juguete que habías pedido, o porque tu madre se ha perdido la obra del colegio. Todo eso ya lo sabía con seis años. No fue necesario que nadie me lo contase. Lo sabía, y punto.
Me he acostumbrado a no quejarme y a no molestar a mamá y papá con tonterías. Me he acostumbrado a resolver las cosas por mi cuenta: a arreglar juguetes, a organizarme la vida para no perderme las fiestas de cumpleaños de mis amigas, a llevar los deberes al día para no quedarme rezagada en clase… Nunca he pedido ayuda con los deberes. Nunca han tenido que recordarme que acabase un trabajo ni que estudiase para un examen. Si se me atragantaba alguna asignatura, me iba a casa y me ponía a estudiar hasta que acababa por entenderlo. Aprendí a convertir fracciones en decimales conectándome a internet. He hecho casi todos los trabajos del colegio prácticamente yo sola. Cuando mamá o papá me preguntaban cómo me iba en el colegio, siempre decía que bien, aunque no siempre me hubiese ido tan bien. Mi peor día, mi peor caída, mi peor dolor de cabeza, mi peor moratón, mi peor calambre, lo peor que se le pueda ocurrir a alguien, nunca ha sido nada comparado con lo que ha tenido que pasar August. Que conste que no lo digo por hacerme la estupenda: sé que las cosas son así.
Y así han sido siempre las cosas para mí y para nuestro pequeño universo. Pero este año parece haber una alteración en el cosmos. La galaxia está cambiando. Los planetas están dejando de estar alineados.