Recorrer los pasillos esa mañana de camino a las taquillas fue, tengo que reconocerlo, genial. Todo era diferente. Yo era diferente. Normalmente caminaba con la cabeza gacha, intentando evitar que me viesen, pero aquel día caminaba con la cabeza bien alta, mirando a mi alrededor. Quería que me viesen. Un niño que llevaba el mismo disfraz que yo, con la enorme cara de fantasma de la que salía sangre de mentira, me hizo el gesto de «choca esos cinco» al cruzarnos en la escalera. No sé quién era, y él no tenía ni idea de quién era yo, pero me pregunté durante un segundo si habría hecho lo mismo si hubiese sabido que era yo quien se ocultaba bajo la máscara.
Empezaba a pensar que aquel iba a ser uno de los días más increíbles de toda mi vida, pero entonces llegué al aula de tutoría. El primer disfraz que vi al entrar en clase fue el de Darth Sidious. Tenía una de esas máscaras de goma superrealistas, con una enorme capucha negra que cubría la cabeza y una larga túnica negra. Enseguida supe que era Julian, claro. Debía de haber cambiado de disfraz en el último momento porque pensaba que yo iba a ir disfrazado de Boba Fett. Estaba hablando con dos momias, que debían de ser Miles y Henry, y todos estaban mirando hacia la puerta como si estuviesen esperando a que entrase alguien. Sabía que no esperaban ver al malo de Scream, sino a Boba Fett.
Estuve a punto de sentarme en mi sitio de siempre, pero no sé por qué me puse en una mesa cerca de la suya y los oí hablar.
—Se parece un montón a él —dijo una de las momias.
—Sobre todo esta parte… —contestó la voz de Julian. Se puso los dedos sobre las mejillas y los ojos de su máscara de Darth Sidious.
—En realidad —dijo la momia—, a lo que se parece de verdad es a una de esas cabezas reducidas. ¿Las habéis visto alguna vez? Es clavado a una de esas.
—Yo creo que se parece a un orco.
—¡Es verdad!
—Si yo tuviese esa pinta —contestó la voz de Julian, riéndose—, os juro que me taparía la cara con una capucha todos los días.
—Yo lo he pensado mucho —dijo la segunda momia muy seria— y creo que… si yo tuviese esa pinta, creo que me suicidaría.
—Qué va —contestó Darth Sidious.
—Sí, de verdad —insistió la misma momia—. No me imagino mirándome al espejo todos los días y viéndome así. Sería horrible. Y que todo el mundo se me quedase mirando siempre…
—¿Y por qué te juntas tanto con él? —preguntó Darth Sidious.
—No sé —contestó la momia—. Traseronian me pidió que estuviera con él al principio de curso y debió de decirles a todos los profesores que nos sentasen juntos en todas las clases, o yo qué sé. —La momia se encogió de hombros. Conocía aquel gesto, claro está. Conocía aquella voz. Quise salir corriendo de clase en ese momento, pero me quedé plantado donde estaba y seguí escuchando a Jack Will—. El caso es que siempre me sigue a todas partes. ¿Qué queréis que haga?
—Déjalo tirado —contestó Julian.
No sé qué contestó Jack, porque salí de clase sin que nadie supiese que había estado allí. Mientras bajaba por la escalera me ardía la cara. Estaba sudando por debajo del disfraz. Y me eché a llorar. No pude evitarlo. Tenía los ojos tan llenos de lágrimas que apenas veía nada, pero no podía limpiármelas porque caminaba con la máscara puesta. Estaba buscando un lugar diminuto donde meterme y desaparecer. Quería un agujero en el que pudiese caerme: un agujerito negro que se me comiese.