Halloween

El día siguiente, a la hora de la comida, Summer me preguntó de qué iba a disfrazarme en Halloween. Yo llevaba pensándolo desde el Halloween del año anterior, así que lo sabía de sobra.

—Boba Fett.

—Sabes que en Halloween puedes venir a clase disfrazado, ¿no?

—¿No me digas? ¿De verdad?

—Mientras sea un disfraz políticamente correcto.

—O sea, que nada de pistolas.

—Eso es.

—¿Y desintegradores?

—Yo diría que un desintegrador es una pistola, Auggie.

—Vaya —dije negando con la cabeza. Boba Fett lleva un desintegrador.

—Por lo menos ya no tenemos que venir disfrazados como un personaje de libro. Eso era lo que teníamos que hacer en primaria. El año pasado me disfracé de la malvada bruja del Oeste, de El mago de Oz.

—Pero eso es una película, no un libro.

—¿No me digas? —contestó Summer—. ¡Antes era un libro! De hecho, es uno de mis libros favoritos. Cuando estaba en primero, mi padre me lo leía por las noches.

Cuando Summer habla, sobre todo cuando se emociona con algo, entorna los ojos como si estuviera mirando al sol.

Durante el día apenas la veo, porque la única clase en la que coincidimos es en la de lengua. Pero desde el primer día que comimos juntos en el colegio, nos hemos sentado en la mesa de verano todos los días, ella y yo solos.

—¿Y tú de qué te vas a disfrazar? —pregunté.

—Aún no lo sé. Sé de qué me gustaría disfrazarme, pero creo que a lo mejor parece un poco cursi. Las chicas del grupo de Savanna no se van a disfrazar este año. Dicen que somos demasiado mayores para disfrazarnos en Halloween.

—¿Cómo? Qué tontería.

—Ya lo sé.

—Creía que no te importaba lo que pensasen esas chicas.

Se encogió de hombros y le dio un buen trago a la leche.

—Entonces, ¿qué es esa cosa tan cursi de la que quieres disfrazarte? —pregunté, sonriendo.

—¿Prometes no reírte? —Levantó las cejas y los hombros, avergonzada—. De unicornio.

Sonreí y bajé la vista para mirar mi sándwich.

—¡Oye, has prometido no reírte! —dijo, riéndose.

—Vale, vale —contesté—. Pero tienes razón: es demasiado cursi.

—¡Ya lo sé! —dijo—. Pero lo tengo todo pensado: haría la cabeza de papel maché y pintaría el cuerno y la melena de dorado. Sería alucinante.

—Vale —respondí, encogiéndome de hombros—. Entonces, deberías hacerlo. ¿A quién le importa lo que piensen los demás?

—A lo mejor, lo que hago es llevarlo solo para el desfile de Halloween —dijo, y chasqueó los dedos—. Y para el colegio me disfrazaré de… gótica. Sí, ya está, eso es lo que voy a hacer.

—Parece un buen plan —repuse.

—Gracias, Auggie —dijo entre risas—. ¿Sabes?, eso es lo que más me gusta de ti. Siento que puedo contarte cualquier cosa.

—¿Sí? —contesté, y levanté un pulgar en señal de aprobación—. Guay.