Después de todo

Cuando llegó el autobús, mamá me estaba esperando delante del colegio con los demás padres. El señor Traseronian me dijo en el autobús que habían llamado a mis padres para contarles que había habido un «incidente» la noche anterior, pero que todo el mundo estaba bien. Dijo que el director del campamento y varios monitores habían estado buscando los audífonos por la mañana mientras nosotros nos bañábamos en el lago, pero que no habían encontrado nada. Dijo que Broarwood nos reembolsaría el coste de los audífonos. Se sentían fatal por lo que había pasado.

Me pregunté si Eddie se habría llevado los audífonos como recuerdo. Como un recuerdo del orco.

Cuando bajé del autobús mamá me dio un abrazo muy fuerte, pero no me avasalló con preguntas como pensaba que haría. Su abrazo me sentó bien y no intenté soltarme como hacían otros niños con los abrazos de sus padres.

El conductor del autobús se puso a descargar nuestros equipajes y yo fui a por el mío mientras mamá hablaba con el señor Traseronian y la señora Rubin, que se habían acercado a ella. Mientras volvía con mi bolsa, un montón de niños que normalmente no me dirigían la palabra me saludaron con un gesto de la cabeza o me dieron palmaditas en la espalda.

—¿Nos vamos? —me preguntó mamá al verme.

Cogió mi bolsa de viaje y yo no intenté aferrarme a ella: me parecía bien que me la llevase. Sinceramente, si hubiese querido llevarme a hombros, también me habría parecido bien.

Cuando ya nos íbamos, el señor Traseronian me dio un abrazo rápido e intenso, pero no dijo nada.