El sueño

Salieron entonces del estrecho valle y enseguida vio el motivo del ruido. Allí estaban Peter, Edmund y el resto del ejército de Aslan combatiendo desesperadamente con la multitud de criaturas horribles que la niña había visto la noche anterior; solo que en aquel momento, a la luz del día, parecían aún más extrañas, más diabólicas y más deformes.

Lo dejé ahí. Llevaba más de una hora leyendo y aún no tenía sueño. Eran casi las dos de la mañana. Todos los demás estaban dormidos. Tenía la linterna encendida debajo del saco, y a lo mejor esa era la razón de que no pudiese dormir, pero me daba demasiado miedo apagarla. Me daba miedo lo oscuro que estaba todo fuera del saco de dormir.

Cuando volvimos a nuestro sitio delante de la pantalla, nadie se había dado cuenta de que habíamos desaparecido. El señor Traseronian, la señora Rubin, Summer y todos los demás seguían viendo la película. No tenían ni idea de lo que nos había pasado a Jack y a mí. Es curioso que para uno pueda ser la peor noche de su vida y para todos los demás sea una noche de lo más normal. En mi calendario de casa pensaba marcar aquel día como uno de los días más horribles de mi vida. Aquel y el día que murió Daisy. Pero para todos los demás era un día normal. O puede que hasta fuese un buen día. Puede que alguien hubiese ganado la lotería.

Amos, Miles y Henry nos acompañaron a Jack y a mí hasta nuestro sitio, junto a Summer, Maya y Reid, y fueron a sentarse a su sitio, con Ximena, Savanna y su grupo. En cierto modo, todo volvía a ser exactamente igual a como había sido hasta el momento en que habíamos decidido ir a buscar los lavabos. El cielo era igual. La película era la misma. Las caras de todo el mundo eran las mismas. La mía también.

Pero algo era diferente. Algo había cambiado.

Vi que Amos, Miles y Henry les contaban a los de su grupo lo que había pasado. Supe que estaban hablando de eso porque no paraban de mirarme mientras hablaban. Aunque la película aún no había acabado, la gente hablaba en susurros en la oscuridad. Esa clase de noticias corren como la pólvora.

En el viaje de vuelta en autobús era el tema de conversación. Todas las niñas, hasta las niñas a las que apenas conocía, me preguntaron si me encontraba bien. Todos los niños decían que había que vengarse del grupo de imbéciles de séptimo y que había que intentar averiguar de qué colegio eran.

No pensaba contarles a los profesores lo que había pasado, pero se enteraron de todos modos. Quizá fue la sudadera desgarrada y el codo que sangraba. O quizá es que los profesores lo oyen todo.

Cuando volvimos al campamento, el señor Traseronian me llevó a la oficina de primeros auxilios y, mientras la enfermera del campamento me limpiaba y me vendaba el codo, el señor Traseronian y el director del campamento estaban en la habitación de al lado hablando con Amos, Jack, Henry y Miles, intentando obtener una descripción de los gamberros. Cuando me preguntaron a mí un rato después, dije que no me acordaba de sus caras, pero no era cierto.

Cada vez que cerraba los ojos para dormir veía sus caras. La mirada de terror en la cara de la chica cuando me vio por primera vez. La manera que tenía de mirarme Eddie, el de la linterna, mientras me hablaba, como si me odiase.

Como un cordero al matadero. Recordé las palabras de papá. Parecía que había pasado una eternidad, pero acababa de entender lo que significaba.