Por los enormes altavoces que había junto a los focos comenzó a sonar un anuncio:
—Bienvenidos a la vigésimo tercera noche anual de cine en la Reserva Natural Broarwood. Bienvenidos, profesores y alumnos de… la Escuela de Secundaria 342, el Colegio William Heath. —Se oyó una enorme ovación desde el lado izquierdo del campo—. Bienvenidos, profesores y alumnos de la Academia Glover. —Se oyó otra ovación, esta vez desde el lado derecho del campo—. Y bienvenidos, profesores y alumnos del… colegio de secundaria Beecher. —Nuestro grupo gritó todo lo fuerte que pudo—. Nos encanta teneros como invitados esta noche, y nos encanta también que no nos haya fallado el tiempo. De hecho, hace una noche preciosa. —Todos volvimos a gritar y a aullar—. Mientras preparamos la película, os rogamos que dediquéis un momento a escuchar este importante anuncio. La Reserva Natural Broarwood, como ya sabéis, se dedica a proteger nuestros recursos naturales y el medio ambiente. Os rogamos que no dejéis basura. Limpiad lo que ensuciéis. Portaos bien con la naturaleza y ella se portará bien con vosotros. Os pedimos que lo tengáis en cuenta. No paséis al otro lado de los conos anaranjados que hay en el borde del recinto ferial. No entréis en los campos de maíz ni en el bosque. Por favor, no os pongáis a dar vueltas. Aunque no os apetezca ver la película, quizá vuestros compañeros no piensen igual, así que por favor sed educados: no habléis, no pongáis música y no corráis. Los servicios están al otro lado de los puestos. Cuando acabe la película será muy de noche, por eso os pedimos que no os separéis de vuestro grupo y volváis a los autobuses. Profesores, en las noches de cine de Broarwood casi siempre se pierde alguien: ¡que no os pase a vosotros! La película de esta noche es… ¡Sonrisas y lágrimas!
Me puse a aplaudir, aunque ya la había visto unas cuantas veces, porque era la película favorita de Via. Me sorprendió que unos cuantos chicos (que no eran del cole) se pusiesen a silbar y a reírse. Alguien del lado derecho del campo lanzó una lata de refresco a la pantalla, lo cual sorprendió al señor Traseronian. Vi que se levantó y miró hacia el lugar desde donde habían lanzado la lata, aunque sabía que no vería nada en aquella oscuridad.
Enseguida empezó la película. Los focos perdieron intensidad. María, la novicia, estaba en lo alto de la montaña dando vueltas y más vueltas. De repente había refrescado, así que me puse mi sudadera amarilla de Montauk, ajusté el volumen de los audífonos, me recosté sobre la mochila y me puse a ver la película.
«El dulce cantar…»