A la mañana siguiente me desperté muy temprano. Mi habitación aún estaba a oscuras y fuera aún estaba más oscuro, aunque sabía que no tardaría en amanecer. Me di media vuelta, pero ya no tenía sueño. Entonces vi a Daisy sentada junto a mi cama. Bueno, ya sé que no era Daisy, pero durante un segundo vi una sombra que parecía ella. En ese momento no pensé que fuera un sueño, pero, visto ahora, sé que tuvo que serlo. No me puse triste al verla, sino que fue una sensación muy agradable. Un segundo después ya no estaba, y no volví a verla en la oscuridad.
La habitación se fue iluminando poco a poco. Cogí los audífonos y me los puse: el mundo por fin había despertado. Oí los camiones de la basura haciendo ruido en la calle y los pájaros en el jardín. Al otro lado del pasillo sonó la alarma del despertador de mamá. El fantasma de Daisy me hizo sentirme superfuerte por dentro. Sabía que, fuese a donde fuese, ella estaría conmigo.
Me levanté y fui hasta la mesa para escribirle una nota a mamá. Luego fui al salón y vi mi equipaje junto a la puerta. Abrí la bolsa y rebusqué hasta que encontré lo que buscaba.
Me llevé a Baboo a mi habitación, lo puse sobre la cama y le pegué al pecho una nota para mamá. Luego lo tapé con la manta para que mamá lo descubriese más tarde. La nota ponía:
Querida mamá:
No voy a necesitar a Baboo, pero si me echas de menos puedes acurrucarte contra él.
Besos,
Auggie