KASPAR
«Tenías que decirle…»
«¿No se lo has dicho?»
Dos voces resonaron en mi cabeza a la vez. Una, la mía. La otra, la de Alex.
«¿Lo has oído?»
Alex lo sabía. Era en Alex en quien había confiado en cuanto regresé de Rumanía. Era Alex quien me había aconsejado en aquel asunto. Hablarlo con él era mejor que discutirlo con padre, Eaglen y Arabella, los únicos que lo sabían aparte de él.
Una sombra de culpabilidad me atravesó la cabeza: Alex se había rezagado, permitiendo que mi hermana y Fabian se adelantaran, hasta estar lo suficientemente lejos como para oírnos.
«Lo siento».
«No he podido hacerlo, Alex. No puedo hacerle daño. Quiere convertirse en vampira y sé que es por mí. ¡Quiere que la convierta yo, por el amor de Dios!»
Apreté los puños y me los metí en los bolsillos para que Violet no los viera.
«Cuanto más lo dejes, Kaspar, más daño le harás. Más daño te harás a ti mismo».
«Lo sé», gruñí en mi mente, frustrado y sintiéndome más desesperado que en toda mi vida.
«¿Cómo han podido cambiar las cosas tan rápidamente?» Hacía unas semanas, Violet no era más que un juego. Y ahora, sin que ni siquiera me hubiese dado cuenta, estaba más cerca de mi corazón de lo que parecía que jamás lo hubiera estado nadie.
«Piensa en ello de esta forma: si no se lo dices pronto, se convertirá en vampira y no tendrá adónde ir, excepto a Varnley. No soy un experto en sentimientos, pero ¿realmente piensas que Violet podría vivir bajo tu techo después de que la traiciones así? Nunca te perdonaría. Querría saber por qué permitiste que se enamorara de ti, por qué te acostaste con ella, por qué la salvaste y por qué muestras tanto afecto por ella cuando sabías de sobra que no podríais estar juntos. ¿Tienes las respuestas a esas preguntas?»
Mi silencio contestó a Alex. La ignorancia era mi único pretexto, y sólo había sido válido antes de que me enviasen a Rumanía. Ya no servía.
Si hubiera sabido que era posible enamorarse de alguien tan rápidamente —nada menos que de una humana adolescente y obstinada— me habría protegido mejor. Pero no lo hice, y ahora ambos teníamos que pagar el precio.
«Se merece algo mejor que una traición, Kaspar», dijo Alex.
«Lo sé», volví a gemir. La desesperación se estaba volviendo abrumadora. Se lo dijera o no, iba a terminar herida, pero sabía qué era lo correcto. Violet no tenía que soportar un sufrimiento prolongado. Sin embargo, mi propio egoísmo me decía que podía esperar un poquito más, sólo hasta el final de la excursión de caza. Sólo quería estar cerca de ella una vez más, como había hecho en su habitación. Había estado muy cerca de revelarle que no podía soportar perderla, ante la muerte o ante su padre.
«Esta noche… cuando montemos el campamento. No la tocaré. Sólo necesito acercarme. Sólo una vez más».
«Sólo una vez más no le hará daño», añadió mi voz, envenenada de valor.
«Sólo hasta mañana», me reafirmé.
Alex soltó un suspiro de derrota.
«Te conozco desde que íbamos al colegio, Kaspar, y he sabido durante todo ese tiempo que eres un gran hombre. Pero si no solucionas esto, nunca serás un buen hombre».
Sin más, cortó nuestra conexión mental y desapareció entre las demás conciencias que nos rodeaban. Dejó un sofocante rastro de rabia y decepción, e hice cuanto estaba en mi mano por ignorarle. Ya tenía bastantes cosas en la cabeza como para sumarles la molestia de su desaprobación. Cerré los ojos durante un instante y dejé que mis sentidos me guiaran mientras bajábamos hacia el estuario.
«El destino es nuestro enemigo, pero el tiempo es el peligro».